El camarero dejó los dos vasos anchos y las dos tónicas encima la mesa entorno a la cual estaban los dos amigos. La plaza de Chueca estaba casi llena, con alguna calva entre las terrazas que ese verano, como todos, ocupaban la pequeña plaza.
– Vamos a echar la tónica ya que con este calor se van a derretir los hielos y con lo que cuestan aquí las copas…
– Sí, aunque por lo menos tienen tónica Schweppes.
Acto seguido derramaron el refresco en los vasos anchos hasta terminar de llenarlos. Uno de ellos sacó un cigarro y se lo encendió tras dar el primer trago del gin-tonic.
– Joder, ¡Qué bien!, esta copa tan fría me va a sentar mejor que un spa con masaje. Que agusto se está aquí y ahora.
En la plaza había ambiente. Gente joven que venía y se iba y gente que se sentaba a disfrutar de las últimas horas de ése viernes estivo. Los vasos se humedecían por fuera y parecían estar sudando también, aunque al cogerlos con la mano se agradecía esa humedad.
Después de dos tragos más a las copas y un silencio relajado que solo se suele dar entre amigos que tienen la suficiente asonancia, dos chicas de buena figura rompieron ese silencio que ellos, realmente, disfrutaban.
Pasaron por delante y se sentaron en la mesa de al lado. Las miradas de ellos se cruzaron y se sonrieron de manera cómplice.
– Bueno qué, ¿Las decimos algo?…
– Díselo tú, que yo soy el amigo tímido, ya lo sabes.
– ¿El amigo tímido? – Dijo mientras empezó a reírse.
– Qué más da, si total es por hablar un rato, con echar unas risas nos vale ¿no?
Volvió el silencio mientras uno de ellos cruzaba miradas con una de ellas. El otro, sacó un cigarro de la cajetilla y se lo quedó mirando, dándole vueltas. Con el ceño fruncido y gesto pensativo…
– Es curioso…
– ¿El qué es tan curioso?
– Esto de las mujeres. Hay mujeres que pasan por la vida de uno. Incluso mujeres de las que te enamoras. Que sientes amor de verdad. No se, a lo largo de una vida, ¿de cuántas mujeres te puedes enamorar?
– Ésa es buena. No lo sé, supongo que de verdad de verdad… no muchas.
– Hay algunas que pasan por tu vida sin apenas dejar señales, sin infligir lo más mínimo. Otras, las cuales podrían contarse con los dedos de una mano, que persisten y jamás se olvidan. Es como si estuvieran contigo cuando algo importante en tu vida ocurre. Aunque no sepas de ellas desde hace años.
– En realidad, forman parte de ti. Son parte de ti porque te cambiaron. Bueno, cambiaste con ellas. Por eso las sientes, porque son algo de ti. Eso creo.
– Quizá tengas razón. Al final todos somos un poco de todos… A menudo, estando sólo, uno puede estar o sentirse acompañado e incluso imaginar la conversación que tendría con ésa persona casi sin desviarse.