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Huir de uno mismo…

Se podía escuchar el alegre murmullo saliente de la Plaza Mayor como telón de fondo. Estaba situada a un par de cuadras de donde ambos se encontraban. Sintiéndose más cercana, destacaba una guitarra española y la voz de un viejo entonando cantos de revolución. El viento suave y húmedo que desde el ático de la casa se advertía era agradable. Así son la mayoría de las noches en Trinidad.

Tras haber subido por las escaleras de madera que daban acceso a la parte alta de la casa, se encontraban ambos con una cerveza en la mano. Recostados en el muro que levantaba hasta la altura del pecho miraban al cielo limpio y estrellado. Ellos creerán rozarlo esa noche desde allí. Desde aquella casa vieja pintada de color salmón y combinada con blanco para jambas y bordes que configuraba el estilo colonial.

El día entero y ahora la noche, la tercera juntos desde que sus caminos solitarios se cruzaron, habían transcurrido con normalidad. Días alegres caminando por la playa o cualquier otro lugar… y noches de ron y miel en sus labios con algo de fuego encendido que propagar entre sí. 

Después de un largo silencio la conversación tornó por cauces algo más profundos que los que hasta ahora habían transitado…

—¿Qué te da viajar sólo? —dijo ella en tono sereno y la mirada clavada en la luna llena que tenían de frente.

—Bueno… digamos que yo… o todos, vamos por nuestro camino. Encontrar gente…— incorporándose del muro, comenzó a gesticular lentamente. —Me permite acercarme a otros lugares. Entonces sigo sus caminos… me voy un rato por ese camino y aprendo cosas que yo no conozco y vivo cosas nuevas. Me ayuda a entender… Bueno a veces es muy divertido…

—Es cierto. Eso sucede… 

Ella seguía petrificada, con la cerveza en la mano y sin perder la mirada con la luna.

—¿Y tú, por qué viajas sola? —preguntó él mientras volvía a recostarse en el muro apoyando un solo hombro, ahora un poco más alejado y mirándola. 

—No lo sé… después de un tiempo… después de este viaje sola creo… —ensimismada, sin girarse para devolverle la mirada, la cual mantenía fija, hablaba como si más que dirigirse a él estuviese pensando en voz baja— que no puedo huir de mi misma… y seguramente no deba. De lo que me he dado cuenta, es que por mucho que uno pueda hacer diferentes cosas… y sobre todo, por muy lejos que una persona pueda viajar, nunca se puede huir de uno mismo.

Los dos eran jóvenes. Con aventuras por correr y con el sentimiento inagotable que apareja la mocedad. Pero las palabras que aquella noche pronunció ella no tenían tono ni fondo bisoño. Un momento de lucidez serena que él vió en ciertas mujeres a lo largo de su vida. Pero en ese momento era varón aún menguado para percibir la dimensión de lo profundo: la vida aún tenía que pasarle por delante para comprender. Las palabras que ella le había dicho aquella noche aparecieron en su cabeza alguna vez durante los siguientes años. Pero solo después de tiempo y vida comprendió contenido y continente. Aquella chica que empezaba a ser mujer le estaba dando una de las claves interpretativas más importantes de su vida.

 
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Publicado por en 1 May, 2024 en Sin categoría

 

¿Cómo he llegado hasta aquí?

¿Dónde está la cámara oculta? Me preguntaba dentro del portal mientras le decía al fisioterapeuta que venía otro día para que me tratara la espalda. No podía ayudarle a subir su nueva camilla por las escaleras al tercer piso. Efectivamente, ahí es donde vive y atiende a sus clientes. Cinco minutos antes y puntal a mi cita me lo había encontrado fuera del portal con un paquete tamaño camilla a sus pies. Qué bien me vienes, me dice. Entre los dos metimos el muerto dentro del portal pero no me alcanzaban las ganas para subir aquello tres pisos por unas escaleras estrechas. Los del transporte no me han avisado que venían ahora, reiteraba. Él entendió sin problemas que yo me fuera y buscó un reemplazo de ayudante mientras volvía a casa… Venir a consulta con dolor de espalda y… ¡Parece una broma! Lo que sucede conviene, pensé mientras se me iba dibujando una sonrisa socarrona al entrar al coche.

Conduciendo de manera inversa para regresar a casa, hice lo mismo con mis pensamientos. Un año atrás decidí el destino de mis vacaciones. Una vez allí y tras un paseo largo por Khaosan Road me senté a tomar una cerveza. Después de un viaje con escala en Riad y un día entero de retrasos había llegado a Bangkok. Eso me tenía el cuerpo roto, especialmente las piernas. Era desde luego el momento para descubrir los masajes de pie que estaba viendo frente al bar donde tomaba cerveza. Cuarenta minutos más tarde estaba volviendo al hotel con una sonrisa. ¡Vaya que funcionó! Más que andar, iba flotando.

Meses más tarde, metido en la cotidianidad y cansado de ella recordé la maravilla de los masajes podales. Busqué y encontré un centro de estética y tratamientos de todo tipo donde tenían la famosa reflexología: y no acaba aquí la cosa, sino que estaban de oferta. Pedí cita y me presenté en el local. Una señora mayor me invitó a pasar; era aquello una suerte de tributo a un templo budista mezclado con una secta de desarrollo personal tan común hoy en día aderezado todo ello con sus frases esotéricas. Me acomodé en una camilla callado y expectante. Me da igual su estado mental mientras que el masaje en los pies sea bueno, pensaba mientras entro un tipo alto, calvo y musculado de unos cincuenta años.

El tío lo hacía bien y empecé a darle cancha en lo verbal. De fondo, escuchaba a la señora ir y venir. Varias veces se acercó a mí, para preguntarme si estaba a gusto, porque eso era lo que ella quería. Yo, claro, le decía que sí. Cuando ella se acercaba, el hombre que atendía mis pies cerraba la boca. Hubo un momento en el que alguien fue a pagarla con un billete de cincuenta antes de marcharse y ella no tenía cambio y se acercó a nosotros a preguntar. No teníamos cambio. Salgo un momento a cambiar y ahora vengo, nos hizo saber. Instantes más tarde de salir la mujer por la puerta hacia la calle, el hombre que me atendía paró. Hizo un ademán de gesto secreto y mirándome se metió la mano en el bolsillo del pantalón vaquero para sacar una tarjeta de visita. En esa misma maniobra caía un billete de diez euros al suelo y le asomaba otro de cinco. La próxima vez que necesites un masaje me llamas a mí directamente y vienes a mi casa, me dijo.

 
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Publicado por en 16 noviembre, 2023 en Narrativo, Vivencias

 

Contrato

Letra «Contrato» – K1ZA

Yo era gris pero tú no eras pa tanto
Sigo oyendo aquellas voces en mi cuarto
Gritan Carmen, joder, da el salto
Madre si no he saltado es porque te amo
He buscado entre las luces y las sombras
He rezado a los dioses pa que te rompas
He contao hasta 10 para que te escondas
Mueres o te vas loca ya no hay otra
He buscado mis raíces
He olvidado mis matices
Tengo tanto en mi interior que si abro mi corazón es pa que te paralice
He tocado lo más hondo
Y recaído por inercia
Si buscas en mi trasfondo hay una niña llorando porque ha perdío su inocencia
Las balas no me silencian
La droga no me anestesia
Tengo una diosa en la cama que le da mil vueltas a todos los dioses de tu iglesia
La locura como esencia
La mirada de escopeta
De entre tos los corazones el tuyo fue el único capaz de cerrarme la grieta
Aprieta
Llevo vacía la maleta
No me fio de aquel que no cumpla lo que prometa
Busco a una persona que me quite la corteza pero soy de caja fuerte por pura naturaleza
No me hablan, me rezan
No te lloro, te canto
Solo hay una certeza el amor sin pureza termina en el llanto
Ya he llamado al diablo
Y he cerrado el contrato
Me ha dicho “yo te cuido si pones un trozo de tu alma en mi plato”
Ha cogío su cuchillo
Y ha cortao por lo sano
Me ha dicho “yo te cuido que un corazón negro pesa demasiado”
Ya he llamado al diablo
Y he cerrado el contrato
Me ha dicho “yo te cuido si pones un trozo de tu alma en mi plato”
He cogío su cuchillo
Y he cortao por lo sano
Le he dicho “aquí lo tienes”
Desde este momento ya somos hermanos

 
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Publicado por en 2 agosto, 2023 en Abstracto, Canciones, Música

 

En éste momento de mi vida…

La dulce y sosegada compañía propia y la ajena, florida de risas y mimos. El sentir agradecido de los cráneos que me hicieron y me llevan.

La naturaleza verde y azul inmarcesible que copa los pulmones y la mente de paz, que me dice quien soy. La lectura que me llena la cabeza de rincones y nuevas aventuras por correr. ¡Y la música! La música alegre que me acompaña.

Consciencia distendida para vivir la naturalidad de la risa y del llanto. Si hay dudas… parar, mirar adentro y gradecer a la vida el propio respirar.

Lo autentico, la raíz, con los pies en el suelo, el corazón abierto y la cabeza despierta. El arte de vivir amando: el tierno sentido de la vida que me camina dentro del pecho desde el siempre de mis tiempos. Que no permite indiferencia o queja.

La aceptación alegre del centro y de la periferia. Del sol, la lluvia y el rio: el ancho sentido de los silencios.

Un sin prisa ni pausa del cultivo y riego del futuro: la esperanza en la siembra del devenir con algunos asuntos que mis ojos no verán ni mis manos podrán recolectar. Quizá de esto trate el sentido de la vida.

Mirada larga para el disfrute del regalo de la buena vida: elección, ilusión, paciencia y empatía. Y amor.

Volver siempre a empezar con el sol.

Todo a través de la serenidad. De la deliciosa serenidad.

Juan Pescador. Verano 2023.

 
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Publicado por en 5 julio, 2023 en Amor, Vivencias

 

Calle de La Fuente

Paró la bicicleta en medio de la carretera. A los cinco kilómetros, después de pasar el primer pueblo, dejaron de esperarlo. La calzada desprendía tanto calor que en las bajadas no sentía alivio: aire caliente que se le metía por el cuello de la camiseta y le salía por la espalda. Tengo que volver a casa, pensó. Los demás, que eran mayores, sabían qué cruce y a qué distancia quedaba, pero él no. Hasta allí iban para ver pasar a Jimenez corriendo la vuelta ciclista. Decidió dar la vuelta. Lo último en recuperar era un repecho de varios kilómetros. En el alto había una especie de urbanización. Parar le permitía escuchar sus latidos duros y nerviosos. Era difícil tragar saliva porque no tenía aliento. Sentía el calor del asfalto a través de las zapatillas. Estaba solo y tenía mucha sed. Se trata de volver por la misma carretera, se dijo para sí. El campo lucía amarillo árido. El único sonido era el de las chicharras. Si centraba su atención en ellas parecía que subían el volumen.

Empezó a pedalear. La bicicleta que llevaba le iba grande ya que era de su padre… aunque le valía. La suya ni siquiera tenía cambios. Miraba el cuadro de hierro. El soporte para el bidón estaba vacío: no había llevado ni botella de agua. Esa imagen le hacía flaquear mientras percibía su boca pastosa. Siguió un poco más y divisó un par de pinos a mitad de subida, algo más grandes que los demás pimpollos cercanos a la carretera. No tengo agua en el cuerpo ni para sudar, pensó. Pero se agarró a esa sombra para seguir pedaleando hasta conquistarla.

No pasaban ni coches bajo aquel sol que percutía. Tampoco asomaba vida animal. Todo el pasto estaba amarillo, marchito y seco y las chicharras cada vez cantaban más alto. Pero al menos estaba a la sombra. Debía seguir, no sabía cómo porque no tenía fuerzas. De repente se puso a llorar, pero apenas brotaban lágrimas de sus ojos y eso lo asustó. Tras calmarse, subió a la bici y siguió pedaleando.

Una vez arriba, asomaban veredas de tierra a ambos lados de la carretera. Se detuvo a la entrada de una que bajaba por la ladera. No había nadie… Del edificio de la izquierda colgaba un cartel: “Calle de la fuente”. Quizá habría una camino abajo, sólo hay que dejarse caer. Mientras bajaba, sentía las manos calientes puestas en los frenos, no era capaz de imaginar ninguna fuente en ese derrotero que daba entrada a fincas y chalets. Bajar era sencillo, pero subir ya era harina de otro costal… y en algún momento debería volver, con o sin fuente, aunque necesitaba beber agua. Le temblaba el cuerpo entero mientras descendía de pie en la bici para evitar el traqueteo de los socavones en el culo. Se percibía tan ligero que se asustó y paró. No venía ninguna fuente y debía regresar. Volvió el resuello con el pensamiento de regresar a la carretera sin haber encontrado un poco de agua.

Rompió a llorar desesperado sin ninguna humedad. Le aterraba llorar sin lágrimas. Era una especie de impotencia física que nunca había tenido. No sabía cómo iba a volver a casa y qué le diría a sus padres. Llevaba la bici de la mano de vuelta a la carretera. El polvo del suelo se le metía por la garganta y le cortaba. Polvo que él mismo había levantado al bajar. Le dolía respirar, pero aún así logro volver a la carretera deshaciendo el camino de tierra cuesta arriba.

Daba igual llorar, caerse, levantarse, estaba solo y nadie le iría a buscar. El mismo era el único que podía cambiar su situación, pensaba mientras barruntaba el temblor de sus cimientos sentándose a la sombra de una casa cercana a la carretera. Un poquito de sombra, sólo le faltaba un poquito de agua fresca. Pasaba el tiempo entre divagaciones sintiendo su cuerpo vano, donde se desvanecía todo, incluidos sus pensamientos. No estaba seguro de que hacer; no era un adulto. Quizá ser adulto era resolver los problemas fácilmente pensó casi delirante. Atisbó en aquella sombra menor malestar y una consciencia de soledad vital que se deslizaba entre una libertad intima y el miedo a la incertidumbre. ¿Y ahora qué?

Salido de entre las chicharras, empezó a distinguir el ruido de un coche. Era una Citroën C 15 y subía en la misma dirección que lo había hecho él. Era el momento de hacer auto stop por primera vez en su vida.

— ¿Qué haces solo aquí chaval? — El señor lo observó distante, como si fuera gente poco deseable, mientras bajaba la ventanilla a mano.

— Me he perdido… — Fue consciente de lo que le costaba hablar.

El hombre lo siguió analizando con una mirada tosca y lejana. El chico, que veía que se quedaba en tierra, no entendía como un mayor podía contemplarle con ese desdén que hubiera intimidado al más pintado.

De repente, el hombre cambio a un gesto más amable — Venga, te llevo. — Un golpe de suerte puede cambiar la situación de uno en cuestión de segundos. Se bajo de la furgoneta, le ayudo a desmontar la rueda de la bici y lo metieron todo atrás. Ya no sentía tanta sed ni tanto calor, pese a estar metido en ese hierro sin ningún tipo de aire. La certeza de que estaba a salvo le devolvió el aliento y la cordura. Podía volver a ser un niño feliz.

Llegó a la puerta de casa, montó la rueda de la bici y entró al garaje. Creía beberse el pantano entero con la goma del jardín, ¡Qué gusto!. Nunca habló de ello en casa. Aquello nunca había pasado. Eso si, la próxima vez iría a ver la vuelta ciclista en coche con sus padres igual que otras veces.

Yo crecí en los noventa.

 
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Publicado por en 2 marzo, 2023 en Narrativo, Vivencias

 

No era el agua

Estoy aquí, detrás del conductor del autobús. Observando el vaivén silla arriba y abajo me pregunto si los pedales acompañan también hacia arriba y abajo. Me gusta imaginar que si, pero el mecánico que va en quinta fila levantándose del asiento se dirige mí; ¡Pero cómo va a ser eso posible!, mientras se ríe burlón. El primer asiento es cómodo, nadie se puede tumbar para atrás y molestarme y las vistas son bonitas. Empieza a anochecer. El día fue como el clima: agradable. Aunque desde la segunda fila me está corrigiendo el hombre del tiempo… parcialmente soleado, sin precipitaciones: un anticiclón a nivel de superficie.

De las primeras paradas ha subido y bajado algún guiri antes de dejar Maspalomas. Perdón: algún extranjero. No quiero cabrear con mis pensamientos al académico de la RAE que viaja en la tercera fila de la derecha. No solo hay que leer y escribir bien, también hay que pensar en esos términos. Asiente a su vez el conductor: hay que cumplir unas normas, porque si yo empiezo a conducir por la izquierda nos matamos todos.

Parece que no puede uno rumiar tranquilo… ¿verdad? Me pregunta el psicoanalista que ha subido en la parada anterior entrando a su vez en discusión con el filósofo, sentado al final del autobús que ríe con sorna. Menudo mezquino, sin el pensamiento no seríamos nada, le contesta. En ese momento dos asientos más adelante la risa ancha y sin sorna de un profesor se eleva sobre la anterior. Cuando ha terminado de reír plácido, lee en alto una cita del libro que lleva en el regazo: “Frecuentemente hay más que aprender de las preguntas inesperadas de un niño que de los discursos de un hombre.” Entre unos y otros se sigue repartiendo la discusión. O la disquisición, vaya uno a saber, porque con tanta gente hablando, no es sencillo enterarse de algo…

Se abren las puertas en San Agustín y sube una señora llorando. De repente se hace el silencio. Es una mujer negra, de unos cuarenta y algo. Menos mal que nadie me corrige con “de color”, se nota la tensión del momento. Se sienta en primera fila, igual que yo, pero al otro lado del pasillo. Los demás nos miramos sin saber qué hacer. Se la ve agobiada, con un llanto desbordado… De estas veces que te estás llorando encima y no puedes parar y que te da igual la situación porque acaba de reventar la presa y todo el agua se desborda. Alrededor no sabemos ni qué decir. El autobús continúa su camino y ella después de un rato llora más bajito.

Creo que han pasado diez minutos desde que la señora que sigue llorando ha subido al autobús. El murmullo entre la gente a bordo ha vuelto, pero tan bajito que no se entienden apenas entre ellos. Prefieren no entender nada a escuchar a la mujer. La cual acaba de coger el teléfono y está hablando con alguien. Su llanto aumenta como al principio. Le está explicando a la persona que tiene al otro lado como se le había muerto alguien al que cuidaba. Cada vez lloraba más alto.

Entonces, como yo, el mecánico, el hombre del tiempo, el académico, el conductor, el psicoanalista, el filósofo ni el profesor decimos nada, buscamos en mi mochila. Y estamos sacado una botella de agua a la que apenas le queda la mitad. Un toque al hombro a la señora, que seguía llorando sirvió para que mirase. Miró. Esto es para usted, dice el gesto acercándole la botella de agua que ella recoge. 

Ahora han pasado unos veinte minutos más, y la señora va a bajar del autobús. Se levanta, y nos da las gracias con un gesto amable y cómplice. No ha bebido agua y quizá tire la botella sin probarla. Ninguno estamos hablando: solo yo pienso. Escucho el silencio que me deja comprender porque me daba las gracias. No era por el agua evidentemente, sino por el gesto. Lo que importa muchas veces es la intención… Por muy jodido que uno esté siempre tiene algo bueno que dar a los demás: por ejemplo, las gracias.

 
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Publicado por en 8 febrero, 2023 en Abstracto, Narrativo, Viaje, Vivencias

 

Paseando por la patria

Un pie detrás de otro, sin prisa pero sin parar. Al caminar se van aplastando las hojas que adornan parte de la vereda. También cruje al romperse alguna pequeña rama. El aire me acaricia los brazos en movimientos de tirabuzón. Parece que está jugando. Y yo, que no lo pienso, respiro. Y a veces cierro los ojos para sentir más el olor a pino y a recién llovido del campo de mi pueblo. Me relaja el cuerpo y me saca la sonrisa serena del que llega a su hogar. En realidad no camino por aquí. Soy un coso más de este aquí que me sostiene cuando lo albergo. ¡Qué suerte! ¡Qué lujo! ¡Qué riqueza! 

Percibirse un coso más es importante para quitarse importancia. Cada sujeto ocupa su lugar y le brinda una suerte de equilibrio al conjunto. Con atmósfera politeísta, dónde nadie es para tanto y tiene su dignidad en sí y en el conjunto. Suena a música a veces. Está todo aquí, me atrevo a descubrir entre pensamientos. No en este campo ni en esta naturaleza concreta, pero a través de esta pequeña porción lo sospecho. Siempre estuvo todo aquí, otra cosa es ser consciente de ello y darse el gusto de mirar. De pararse. De abajo a arriba: de lo mineral a las communis avis. Más tiempo del que uno pueda imaginar lleva hablando en silencio. Un grito telúrico que avanza como uno trata de hacer… sin detenerse, sin precipitarse. El flujo natural de la naturaleza. Dónde lo que es bueno para la abeja, es bueno para la colmena.

El más elevado murmullo es el síntoma de su andante quietud perenne. A través de un largo sigilo se interpreta mejor el recado. Todo cambia de aspecto pero todo sigue igual en esencia. Nieve, agua, sol, viento… fuego en los peores casos. Con cada evento y estación la naturaleza se adapta disfrazándose para todas las ocasiones. Sostiene su centro mientras se reverdece o asume su color otoñal e invernal. La lección a la que regreso una y cien veces cuando lo camino con calma: volver a mi centro. Respirar puro. En un mundo a toda velocidad, la lentitud es un acto necesario de presente y de vida. De volver a la raíz.

Los pájaros pían, una cigüeña parece estar meditando encima de una piedra, las ranas toman el sol, la lagartija se mueve deprisa, los grillos cantan, las hormigas recorren su hilera, las ardillas trepan, los bambis saltan despistados y las vacas que están. Están tranquilas, quiero decir… que es como están las vacas. Da gusto verlas. También lo vegetal aunque le tome otra cadencia fluye como el agua que desciende por el río. Va descubriendo a cada paso el dibujo que las piedras y la tierra han construido. Lo hace alegre sin saber muy bien a donde va. No se le nota al río que es la primera vez que ese agua pasa por allí.

Me hace gracia la gente que va a la naturaleza como quien va a un bar. A un lugar ajeno. Como si no fuera parte de ella… como si se pudiera salir de ella. Alejarse quizá, pero debe ser difícil salirse de uno mismo. Aunque a largo plazo es un mal negocio no escuchar y entender la naturaleza, ya sea la de dentro o la de fuera. Para eso hay que sentarse y pararse: tanto en medio de la vida como en medio de la naturaleza. Le ponen algunos nombres modernos, pero siempre se llamó ir al campo. Luego también hay gente que dice que tiene tierras. Pero la tierra siempre nos tuvo a nosotros, incluso antes de dejar de ser nómadas. Pero yo mejor no digo nada… yo camino, descanso un rato, miro y respiro… que a eso se viene al campo y a la vida.

 
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Publicado por en 13 octubre, 2022 en Abstracto, Amor, Vivencias

 

La linterna mental de la vida moderna

“El producto somos nosotros.” “Estamos pagando con nuestra atención” “¿Qué es la atención de una persona?” “Estamos pagando con nuestra puta vida, lo mejor que tenemos.” “Cuando tú tienes consciencia de algo, le prestas atención.” “Estamos pagando con lo mejor que tenemos.” “Ese es nuestro precio con el que estamos pagando la puta mierda esta.” “En el futuro se nos recordará como auténticos gilipollas.” “Creo que en veinte años se verá como los fumadores ahora, algo así.” “A no ser que la gente del futuro sea aún más gilipollas.” “No solo fisiologicamente, sino psicológicamente te destruye… espiritualmente incluso.” “La gente tenía en la cabeza que las tragaperras eran adictivas pero no se nos había pasado por la cabeza que los móviles podían tener ese riesgo.” “Bueno ya hay clínicas de desintoxicación que tratan esto.” “Tres putas fresas que podían crear adicción, ya nos enganchaban, como no nos va a enganchar esto que está el universo entero.” “Somos esa señora de mediana edad que empieza con las vueltas del café, pero al mes se esta jugando la pensión.” “Reconozcámoslo, tampoco sabemos muy bien que hacer con nuestro tiempo.” “Existe un modelo de negocio.” “Quieren que estamos delante de una pantalla.” “¿Cómo lo consiguen? Haciéndote sentir especial, único. Es como algo narcisista de verte reforzado.” “Es que tienes seguidores, te mesianiza.” “Eres especial, como todos.” “Solo el hecho de que la gente opine lo que pones… eso en la vida cotidiana no pasa.”  “Aunque sea para bien o para mal, es una caricia al ego.” “Cómo producto que somos, nos acaban definiendo.” “A fuerza de hacernos sentir especial nos hace sentirnos distintos respecto al otro.” “La trampa de la diversidad va de esto ¿no?, de Bernabé.” “Hay cosas ridículas como el FOMO” “No disfrutamos de lo que vivimos, sino tenemos ansiedad… de lo que no…” “Fijate la mariquita como se va al fondo a morir…” “Tenemos que encontrar socialmente una mariquita que nos una.” “Lo que mueve a la sociedad son ilusiones.” “Se está aburriendo la mariquita. Esta despistando al sistema.” “Hay que quedarse quieto.” “Quieto, el algoritmo no te estudia.” 

 
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Publicado por en 5 septiembre, 2022 en Abstracto, Politica, Vivencias

 

Cultura y Compromiso

Letra Los Chikos del Maíz – Cultura y Compromiso.

«Instruíos, necesitamos toda vuestra inteligencia.
Agitaos, necesitamos todo vuestro entusiasmo.
Organizaos, necesitamos toda vuestra fuerza.»
Antonio Gramsci

Los Chikos del Maíz, 2012, cultura y compromiso
Dedicado a Josep Renau, héroe del pueblo
Y a todo artista comprometido, nunca en el olvido
Larga vida al intelectual orgánico, construyendo hegemonía

Trajimos el alboroto, el Hip-Hop mas devoto
Si dejo el rap Izquierda Unida perderá un millón de votos
Soy el piloto de esta nave nodriza
Soy ese loco carismático que os hipnotiza
Me parto la camisa por la causa
El rebelde sin pausa que sedujo a tu sacerdotisa
Tu con esta visa negra te crujo, la mazorka
Máximo respeto a nuestros mártires Miguel Hernández, Lorca
Mi lengua es larga, la vida corta
Pero hay que comérsela aunque resulte amarga y parezca una carga
Yo, el grupo de los barbas
Derribaron el viejo cine y hoy es un Starbucks
Esa te suena por que escarbas en la superficie
Tengo un ejercito de metáforas y matices
Heridas, cicatrices, huyamos del desastre
Así que menos yoga menos flores más organizarse
Jodido lunes sindicalistas colombianos enterrados en fosas comunes
Recuerda la vida del pobre no vale nada, recuérdalo mañana cuando desayunes
Cierra milennium, abre el beso de la mujer araña
Cierra tu Pentium, vete al campo, sube una montaña
España, un barco que se hunde a plazos
Estoy leyendo a Baudelaire y no se quien va más borracho
Os dibujo los brazos en el cielo dulce terciopelo
Hábito el subsuelo, corto como un escarpelo, perro en celo, me flagelo
Ya no sostengo el pedal, cubatas novelas de Scott Fitzgerald
Me quiero atrincherar, entre tus pechos mágicos
Son tan sublimes y tan poco diplomáticos
Soy un lunático, y un poco payaso
Antifascista, como el Gernika de Picasso

Por los pueblos que dejaron de ser libres
Por que la revolución es grande
Por el insurgente, que combatió al marine
Por García Lorca, por Miguel Hernández
Por la belleza del fracaso
Por el oprimido, por el que esta preso
Por Pablo Neruda, por Pablo Picasso
Abajo el régimen, hay que tomar el congreso

Bienvenidos a mi estado mental verán
Sin justicia social jamás habrá paz
Quieren guerra, bien, guerra tendrán
Otro cóctel, otra capucha, otro plan, mismo ideal
Compromiso y cultura, a estas alturas
Que menos otros duda, la lleva cruda criatura
Revolución en escenarios y bajo de él
Nos dejamos la vida, el alma, la voz y la piel
El pueblo cubano es ejemplo, eso es una verdad como un templo
Y quien no lo quiera ver
Que no den desde España lecciones de democracia
Cuando la cubana es la mas real que puede haber
Latinoamérica está creando escuela
Ellos dirán por que no marchas a Venezuela
Es por que tengo una mujer con la que envejecer
Y una familia y unos amigos otros ya quisieran
Que las batallas no se ganan desde fuera amigo
Si cambio España será participe no testigo
Y es que la lucha sigue y hará falta un líder
Que al pueblo guíe hacía el verdadero enemigo
Y ellos ya verán, que como a Fidel la historia a mi me absolverá
Por que me mantuve en pie y ya no me moverán
Ni con un tiro en la sien mi lengua callarán
A ver si comprendéis ya que la voz no se encierra
Entre barrotes queda ausente ni ya bajo tierra
Que es el arma mas peligrosa y perra que tiene el pueblo
Tornen temps de carrer, tornen temps de guerra

Por los pueblos que dejaron de ser libres
Por que la revolución es grande
Por el insurgente, que combatió al marine
Por García Lorca, por Miguel Hernández
Por la belleza del fracaso
Por el oprimido, por el que esta preso
Por Pablo Neruda, por Pablo Picasso
Abajo el régimen, hay que tomar el congreso

 
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Publicado por en 17 junio, 2022 en Canciones, Música, Politica

 

Siempre es la misma guerra

Hace poco más de una semana vi un video de Alona. Ella hacía tours en Kiev. En el vídeo, decía que todo estaba bien y tranquilo, como podía verse… gente en la calle y un pequeño parque dónde los niños jugaban. Conozco a Alona y a varias personas más con las que tengo contacto de las veces que estuve en Ucrania. Incluido un hombre llamado Kir que conocí volando desde Madrid y me ofreció literalmente las puertas de su casa en una barbacoa con amigos. Las veces que estuve en Kiev me sentí bien tratado por buena gente. Un lugar quizá con algunas dificultades económicas, pero gente agradable y que en general te ayuda. Un lugar donde se intenta vivir y salir adelante, luchadores y orgullosos de su tierra y gente honrada, con ese tipo de personas camine, comí y compartí mi tiempo. Cuando a uno le tratan tan bien fuera de casa se coge cariño y se mantiene el contacto.

Mi primera vez en Kiev me sorprendió. Es una ciudad abierta al mundo, moderna y vieja a la vez, con el encanto que eso conlleva. Que tiene de todo, bonita y acogedora por la que apetece caminar entre su gente que vivía tranquila. Andar desde la Plaza Kontraktova al Museo de la Gran Guerra era un placer para la vista. Paseando por la plaza del Maidán desfilaban un numeroso grupo de soldados: era el aniversario de la revolución del 2014. Me llamó la atención porque todos eran muy críos. Dispuestos eso sí, sin hacer spoiler ya, a luchar por su país y morir, vendiendo cara la piel. Intenté hablar y ver los puntos de vista de la gente de allí, comprender el nacionalismo y ese orgullo patrio que realmente me pareció sano. Ese orgullo por su país y por que los extranjeros lo visitásemos me resultaba acogedor y para muestra de ello el regalo de este libro. Sentí estar rodeado siempre de buenas personas. Años después quizá les comprendo mejor y me duele pensar a donde van con esta invasión…

Guerras cruentas y estúpidas como esta van unas cuantas, y no hace falta irse a la Segunda Guerra Mundial, ahí están los Balcanes o Afganistán. Lo que pasa es que esta vez sí me toca personalmente y eso me hace de alguna manera sufrirlo, sentirme triste y también comprender un poco más que implica una guerra y qué factores la envuelven y observar cómo algo que está en aparente normalidad y calma puede volverse el infierno mismo en cuestión de días. La fragilidad de la vida, que siempre estuvo ahí.

La guerra es gente a uno y otro lado que se matan sin conocerse. Odios nacionalistas (no confundir con sano sentimiento de patria) metido en los pueblos por unos y otros jefes de la tribu que poco o nada les importa la vida de los “suyos”. Más bien hacer negocio maniqueo de ese sentimiento nacionalista que actualmente se vertebra en estados-nación. Leerlo desde una u otra óptica (occidental o rusochina) es siniestro por como adjetivan desde los medios y excusan unos y otros, cuando hace un mes podían besarse la boca. Y es que una vez que alguien empieza una matanza así, todo lo demás no importa. Es claro que el invasor es la Rusia dirigida por un psicópata llamado Putin. Que Zelenski se está portando y está dando la cara, como todo el pueblo Ucraniano, que son los que van a pagar los platos rotos en una batalla totalmente desigual de fuerzas.

¿Los intereses de los países de la OTAN? ¿Y Europa? Al principio parecía que iban a dejar sola a Ucrania después de jugar con ella durante estos años. Que si ahora si, que si ahora no… ¿Acaso países colindantes con Rusia no son miembros y no pasa nada? ¿No son los países soberanos para decidir? Creo que a todos nos alegra saber que Europa tiene al menos capacidad de reacción contra un ganster cuyo único objetivo parece que es desestabilizar y ocupar un país soberano. Nadie aquí a estas alturas es inocente, aunque es evidente quien a comenzado la sangría

Hay mil ópticas geopolíticas, ópticas de ejes (izquierda-derecha, prorruso, étnica), estratégicas, por la cual entender el posicionamiento de todos los actores, desde la OTAN, Europa, Putin, los nacionalismos excluyentes, los grupos paramilitares, la asimilación de la historia en los diferentes pueblos, las expectativas de futuro que prometen las diferentes economías, los Yanukóvich, Timoshenko, Poroshenko… Podemos hacer análisis por horas y horas desde las diferentes ópticas y correlaciones de fuerzas entre estados y sus asociaciones. Ese tablero de ajedrez mundial de poder e interés económico transnacional que se dirime siempre casualmente lejos de los interesados y cerca de los lugares más desfavorecidos que poco o nada tienen que decidir. Porque ya no nos sirven las etiquetas de eje izquierda-derecha o comunista-capitalista, cada vez es más claro que se trata de correlación de fuerzas. De: «lo hago porque puedo», la ley de la jungla, sea o no ético o legal. Pero por lo que veo, todo siempre tiende a explicar y justificar a uno u otro actor o acto, nada más. Es lógico porque toda acción tiene una reacción: la ecuación que tiende a balancearse. Y así debe ser.

Pero conociendo todas las realidades mencionadas arriba y muchas otras, se me ocurre algo más sencillo. Mucho más sencillo: La narrativa de lo que está pasando con las personas. Quitando cada una de las etiquetas, capas u ópticas por las que mirar de las que arriba se mencionan. Hola Kapuscinski.

Siempre es la misma guerra. Lo que hace poco más de una semana era un país y una ciudad tranquila como Kiev donde la gente hacía su vida, se ha convertido en un escenario de guerra donde un ejército profesional arremete contra todo un pueblo para someterle y eliminarle. Para aniquilarlo sistemáticamente sin miramientos. Se derriban edificios residenciales y mueren civiles a miles ya en este momento. Se aplasta la vida. La gente pasa frío y comienza el desabastecimiento y se duerme bajo tierra, recién nacidos incluidos. El odio toma y tomará el control para permitirles seguir adelante en ambos bandos y las heridas calan en las entrañas de las personas delante de tanta destrucción, sangre, fuego y basura. Viva la muerte… muera la inteligencia: la barbarie. Vidas y proyectos de vida que tardaran mucho en volver a lo que eran, si es que lo hacen. Heridas que con el tiempo y dificultad sanarán. Todo esto… ¿Para qué? ¿Para quién? ¿Otra región más del mundo desestabilizada por la decisión de un tirano? ¿Cuando se impongan con la fuerza que harán? ¿Cuanto tiempo durara ese conflicto post guerra? ¿Hasta que punto degradara la convivencia y por cuanto tiempo? ¿Para qué? (Otra vez). Todo esto en pleno siglo XXI, es evidente que es más que evitable. La vida de las personas es más importante que cualquier otra cosa. La vida esta en la paz. Y esa, y me temo que por un rato largo, se la han robado al pueblo Ucraniano. Aunque espero que antes o después salgan de este invierno al que se les esta subyugando. Y ahora que venga cualquier imbécil con su teoría del teorema a analizar o a justificar. Aquí cada uno tenemos nuestra cuota de responsabilidad y no se libra ni el que apunta. Este mundo lo hemos hecho y lo hacemos todos. Aunque no cabe duda que el primer y principal responsable es Putin y su psicopatía narcisista. Esperemos que le borren de la ecuación lo antes posible, porque su soberbia junto con su poder, puede ser muy dañina convirtiendo la vida de mucha gente en una pesadilla.

Dejo para terminar el post que Alona subió en su cuenta de Instagram hoy y mando mucha fuerza para ella, a la buena gente que conozco de allí y a todos los ucranianos que tanto están perdiendo y les están arrebatando en tan poco tiempo: 

“Hace una semana yo vivía alegremente, estaba segura de que esté conflicto bélico jamás iba a suceder pero me equivoqué. Es increíble cómo en pleno siglo XXI se continúen repitiendo errores del pasado… Mi vida ahora dió un giro, todos los ucranianos vivimos 24/7 escuchando las noticias, dormimos en fríos refugios y nuestro reloj despertador es el terrorífico sonido de la sirena de guerra. Toda mi vida se resume en mi mochila, perdí mis pertenencias más preciadas. Es por qué lo único que les puedo decir a todos ustedes… ¡Amigos, valoren cada momento de su vida, porque nunca se sabe cuándo puede cambiar por completo!”

 
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Publicado por en 2 marzo, 2022 en Politica, Viaje, Vivencias