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Siempre es la misma guerra

02 Mar

Hace poco más de una semana vi un video de Alona. Ella hacía tours en Kiev. En el vídeo, decía que todo estaba bien y tranquilo, como podía verse… gente en la calle y un pequeño parque dónde los niños jugaban. Conozco a Alona y a varias personas más con las que tengo contacto de las veces que estuve en Ucrania. Incluido un hombre llamado Kir que conocí volando desde Madrid y me ofreció literalmente las puertas de su casa en una barbacoa con amigos. Las veces que estuve en Kiev me sentí bien tratado por buena gente. Un lugar quizá con algunas dificultades económicas, pero gente agradable y que en general te ayuda. Un lugar donde se intenta vivir y salir adelante, luchadores y orgullosos de su tierra y gente honrada, con ese tipo de personas camine, comí y compartí mi tiempo. Cuando a uno le tratan tan bien fuera de casa se coge cariño y se mantiene el contacto.

Mi primera vez en Kiev me sorprendió. Es una ciudad abierta al mundo, moderna y vieja a la vez, con el encanto que eso conlleva. Que tiene de todo, bonita y acogedora por la que apetece caminar entre su gente que vivía tranquila. Andar desde la Plaza Kontraktova al Museo de la Gran Guerra era un placer para la vista. Paseando por la plaza del Maidán desfilaban un numeroso grupo de soldados: era el aniversario de la revolución del 2014. Me llamó la atención porque todos eran muy críos. Dispuestos eso sí, sin hacer spoiler ya, a luchar por su país y morir, vendiendo cara la piel. Intenté hablar y ver los puntos de vista de la gente de allí, comprender el nacionalismo y ese orgullo patrio que realmente me pareció sano. Ese orgullo por su país y por que los extranjeros lo visitásemos me resultaba acogedor y para muestra de ello el regalo de este libro. Sentí estar rodeado siempre de buenas personas. Años después quizá les comprendo mejor y me duele pensar a donde van con esta invasión…

Guerras cruentas y estúpidas como esta van unas cuantas, y no hace falta irse a la Segunda Guerra Mundial, ahí están los Balcanes o Afganistán. Lo que pasa es que esta vez sí me toca personalmente y eso me hace de alguna manera sufrirlo, sentirme triste y también comprender un poco más que implica una guerra y qué factores la envuelven y observar cómo algo que está en aparente normalidad y calma puede volverse el infierno mismo en cuestión de días. La fragilidad de la vida, que siempre estuvo ahí.

La guerra es gente a uno y otro lado que se matan sin conocerse. Odios nacionalistas (no confundir con sano sentimiento de patria) metido en los pueblos por unos y otros jefes de la tribu que poco o nada les importa la vida de los “suyos”. Más bien hacer negocio maniqueo de ese sentimiento nacionalista que actualmente se vertebra en estados-nación. Leerlo desde una u otra óptica (occidental o rusochina) es siniestro por como adjetivan desde los medios y excusan unos y otros, cuando hace un mes podían besarse la boca. Y es que una vez que alguien empieza una matanza así, todo lo demás no importa. Es claro que el invasor es la Rusia dirigida por un psicópata llamado Putin. Que Zelenski se está portando y está dando la cara, como todo el pueblo Ucraniano, que son los que van a pagar los platos rotos en una batalla totalmente desigual de fuerzas.

¿Los intereses de los países de la OTAN? ¿Y Europa? Al principio parecía que iban a dejar sola a Ucrania después de jugar con ella durante estos años. Que si ahora si, que si ahora no… ¿Acaso países colindantes con Rusia no son miembros y no pasa nada? ¿No son los países soberanos para decidir? Creo que a todos nos alegra saber que Europa tiene al menos capacidad de reacción contra un ganster cuyo único objetivo parece que es desestabilizar y ocupar un país soberano. Nadie aquí a estas alturas es inocente, aunque es evidente quien a comenzado la sangría

Hay mil ópticas geopolíticas, ópticas de ejes (izquierda-derecha, prorruso, étnica), estratégicas, por la cual entender el posicionamiento de todos los actores, desde la OTAN, Europa, Putin, los nacionalismos excluyentes, los grupos paramilitares, la asimilación de la historia en los diferentes pueblos, las expectativas de futuro que prometen las diferentes economías, los Yanukóvich, Timoshenko, Poroshenko… Podemos hacer análisis por horas y horas desde las diferentes ópticas y correlaciones de fuerzas entre estados y sus asociaciones. Ese tablero de ajedrez mundial de poder e interés económico transnacional que se dirime siempre casualmente lejos de los interesados y cerca de los lugares más desfavorecidos que poco o nada tienen que decidir. Porque ya no nos sirven las etiquetas de eje izquierda-derecha o comunista-capitalista, cada vez es más claro que se trata de correlación de fuerzas. De: «lo hago porque puedo», la ley de la jungla, sea o no ético o legal. Pero por lo que veo, todo siempre tiende a explicar y justificar a uno u otro actor o acto, nada más. Es lógico porque toda acción tiene una reacción: la ecuación que tiende a balancearse. Y así debe ser.

Pero conociendo todas las realidades mencionadas arriba y muchas otras, se me ocurre algo más sencillo. Mucho más sencillo: La narrativa de lo que está pasando con las personas. Quitando cada una de las etiquetas, capas u ópticas por las que mirar de las que arriba se mencionan. Hola Kapuscinski.

Siempre es la misma guerra. Lo que hace poco más de una semana era un país y una ciudad tranquila como Kiev donde la gente hacía su vida, se ha convertido en un escenario de guerra donde un ejército profesional arremete contra todo un pueblo para someterle y eliminarle. Para aniquilarlo sistemáticamente sin miramientos. Se derriban edificios residenciales y mueren civiles a miles ya en este momento. Se aplasta la vida. La gente pasa frío y comienza el desabastecimiento y se duerme bajo tierra, recién nacidos incluidos. El odio toma y tomará el control para permitirles seguir adelante en ambos bandos y las heridas calan en las entrañas de las personas delante de tanta destrucción, sangre, fuego y basura. Viva la muerte… muera la inteligencia: la barbarie. Vidas y proyectos de vida que tardaran mucho en volver a lo que eran, si es que lo hacen. Heridas que con el tiempo y dificultad sanarán. Todo esto… ¿Para qué? ¿Para quién? ¿Otra región más del mundo desestabilizada por la decisión de un tirano? ¿Cuando se impongan con la fuerza que harán? ¿Cuanto tiempo durara ese conflicto post guerra? ¿Hasta que punto degradara la convivencia y por cuanto tiempo? ¿Para qué? (Otra vez). Todo esto en pleno siglo XXI, es evidente que es más que evitable. La vida de las personas es más importante que cualquier otra cosa. La vida esta en la paz. Y esa, y me temo que por un rato largo, se la han robado al pueblo Ucraniano. Aunque espero que antes o después salgan de este invierno al que se les esta subyugando. Y ahora que venga cualquier imbécil con su teoría del teorema a analizar o a justificar. Aquí cada uno tenemos nuestra cuota de responsabilidad y no se libra ni el que apunta. Este mundo lo hemos hecho y lo hacemos todos. Aunque no cabe duda que el primer y principal responsable es Putin y su psicopatía narcisista. Esperemos que le borren de la ecuación lo antes posible, porque su soberbia junto con su poder, puede ser muy dañina convirtiendo la vida de mucha gente en una pesadilla.

Dejo para terminar el post que Alona subió en su cuenta de Instagram hoy y mando mucha fuerza para ella, a la buena gente que conozco de allí y a todos los ucranianos que tanto están perdiendo y les están arrebatando en tan poco tiempo: 

“Hace una semana yo vivía alegremente, estaba segura de que esté conflicto bélico jamás iba a suceder pero me equivoqué. Es increíble cómo en pleno siglo XXI se continúen repitiendo errores del pasado… Mi vida ahora dió un giro, todos los ucranianos vivimos 24/7 escuchando las noticias, dormimos en fríos refugios y nuestro reloj despertador es el terrorífico sonido de la sirena de guerra. Toda mi vida se resume en mi mochila, perdí mis pertenencias más preciadas. Es por qué lo único que les puedo decir a todos ustedes… ¡Amigos, valoren cada momento de su vida, porque nunca se sabe cuándo puede cambiar por completo!”

 
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Publicado por en 2 marzo, 2022 en Politica, Viaje, Vivencias

 

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