
— ¿Algo más señora?
— No, dime cuanto es anda.
— Son veintisiete con ochenta y cinco.
— Toma.
— Pero y el billete de diez.
— Con el de veinte tienes, ¿no? Son diecisiete y pico.
— Veintisiete.
— Anda coño.
— Ahí ahí suelte la pasta — Riendo.
— Es que estoy un poco sorda…
— A estas edades estamos ya todas medio sordas, que ni vemos y nos cuesta andar. — Dice otra señora que esperaba su turno.
— Ya será menos hombre… Aquí está la vuelta.
— No se yo eh, pero es normal. Yo visto lo visto… por el tema familiar… tengo familia que está sorda.
— Bueno… — Riendo de nuevo el tendero.
— Ya veremos cuando lleguéis vosotros a los ochenta y. Que yo ya voy por los ochenta.
— ¿Nosotros? Nosotros no llegaremos. — Mira el tendero a su hermano, en tono sereno, ahora sin broma pero con una mueca sonriente.
— Sí hombre… ¿Cómo no vais a llegar? Y mejor que yo… ¡y más años hombre!
— No se yo eh, nosotros visto lo visto… por el tema familiar… no llegamos.
— Bueno hijos que tengáis buen día.
— Buen día señora.