He procurado igual que en todas las demás muertes que suceden a diario, sean de niños o no, no prestarle mayor tiempo que el necesario. Más que nada porque en ese caso no haríamos otra cosa. No tengo hijos, pero puedo entender el significado de ser padre o madre. De ver nacer una vida de tus entrañas, de cuidarla y mimarla. De alimentarla y protegerla mientras crece. Y se me hace terrible y ácido imaginar el trance de tener que verlo muerto unos años después.
No tuve información del asunto hasta que saltó la noticia de la muerte del niño y las redes sociales se saturaron, los telediarios lo mismo y los periódicos digitales llenaban sus portales aunque hicieras scroll, con el mismo tema. Se puede entender, obvio. Hay algo que me da especialmente miedo, y es la reacción virulenta de la gente en redes sociales. Como la gente pasea su odio, su bajeza y mil mierdas más sin descaro. A veces a modo de terapia y otras a modo de altavoz. Da cuenta del nivel moral de muchos usuarios que son, detrás de la tecla, o se supone, personas.
La parte del asco, viene como siempre de los oportunistas. De aquellos que no se cortan lo más mínimo en utilizar el momento de calentón del personal para sacar algún tipo de rédito. Esto da cuenta del nivel moral, de nuevo. Por desgracia para nosotros, la sangre, la miseria, la carne, la rapiña y el sensacionalismo han sido bien acogidas por el conjunto. Eso hace que lo más miserable salga a relucir desde los matinales de televisión hasta las intervenciones y votaciones en la cámara de ciertos políticos o personajes mediáticos. Incluso la madre del chico ha señalado a un periodista y su patético oportunismo de una manera educada y elegante además: “Se está presentando como amigo nuestro cuando no lo es. Tengo el derecho a decir que no me gusta». En cuanto a políticos, no hace falta nombrar a ninguno, se definen perfectamente cambiando de postura o discurso a medida que los acontecimientos se suceden.
Como dije arriba, no he seguido el caso desde el principio. Hay a veces, que por circunstancias que uno puede entender como un caso así llama particularmente la atención y por las redes sociales se expande como la pólvora. Se convierte así en la noticia durante unas semanas. Puedo entender esto perfectamente. Pero a veces urge recordar que en España desde 2012 han muerto más de 100 niños por homicidio. Si nos alejamos un poquito más, en Siria, en lo que va de 2018 han muerto más de 1.000 niños. Por desgracia para todos nosotros, en esta basura de mundo, que hacemos entre todos, se matan y violan criaturas cada día. Si por cada uno de los chicos muertos, ya no en Siria, sino en España, nos arrolla esta ola de odio y basura, la convivencia no es posible. No se puede entrar en un espiral de rencor en ningún caso. Y lo digo entendiendo que hay casos que por determinados elementos llegan más que otros y ocupan emocionalmente el colectivo.
No soy jurista ni pretendo sentar cátedra. Pero si hay algo claro: legislar en caliente es lo menos efectivo posible. Cualquier jurista lo sabe, ya que se hace desde la emocionalidad y no desde la racionalidad. Por un lado porque no se le puede aplicar una ley con efecto retroactivo; lo impide la constitución y el código civil. Por otro porque es irracional legislar desde la emocionalidad colectiva de un suceso como el de una muerte, desde la revancha y desde el odio. No se puede legislar desde la rabia y la mala sangre, debe hacerse siempre desde el estudio y la eficacia de las leyes a implementar. De la mano de profesionales y expertos en la materia, que conocen los problemas y llevan tiempo trabajando en ello. Por desgracia, nada va a restituir a los padres la muerte de un hijo.
Por último, hay algo que sí que creo que debemos reflexionar. Sobre nosotros mismos. No es buena idea dejarnos llevar por sentimientos de odio y cólera y así dar rienda suelta todo tipo de saña. Jamás esto apareja nada bueno. Tampoco lo hace la sangre y la carnaza. El hecho de que alguien este emocionalmente alterado, o colectivamente alterado, no nos legitima para pasear y exaltar odio y menos para defender una postura u otra e intentar justificarla en un momento así. Es obvio que todos estamos en contra de este tipo de cosas. No se entiende como alguien puede hacer daño a una criatura indefensa, pero dejarnos llevar por la visceralidad y la rabia no nos lleva a ninguna aventura buena, sino lo contrario. El hacernos cargo de nuestros sentimientos de ira es importante. De manera interna y externa, ya que nos puede llevar a lugares oscuros y a sembrar un ambiente inhabitable que no ayuda ni resuelve el problema. Creo que es de demasiada bajeza moral justificar la mierda que sale de una boca o de un teclado con tu ira personal.
Me quedo con la reflexión de la madre: «Que nadie hable más de Ana Julia. Que no aparezca en ningún sitio y que nadie retuitee cosas de rabia porque ese no era mi hijo y esa no soy. Que pague lo que tenga que pagar, pero que lo que quede de este caso sea la fe y las buenas acciones que han salido por todos lados y han sacado lo más bonito de la gente. No puede quedar todo en la cara de esta mujer y en palabras de rabia. No quiero que todo termine con la rabia que esta mujer ha sembrado.»