El frío aire invernal movía las hojas que cubrían parte del paseo que subía hasta el estanque del parque del Retiro. La gente paseaba a pie, en bici o sobre las ruedas de sus patines. El ambiente navideño se podía notar fácilmente en una ciudad como Madrid. Laura paseaba despacio arrastrando su enorme maleta. Parecía que no quería llegar a su primer destino.
Un momento después, llegó por fin al lago y se sentó en un banco de madera frente al Monumento a Alfonso XXII. Lo hizo en un lateral, colocando la maleta justo al lado. Llevaba tres años sin fumar, pero hoy había comprado tabaco. Sacó el paquete de Chesterfield y encendió el tercer cigarro de esa jornada. Los últimos minutos de luz de aquel día se extinguieron al tiempo que su cigarro se consumía.
Solo necesitaba verla una vez más para poder irse para siempre. Para no volver a Madrid nunca más. Ni siquiera en Navidad. La decisión estaba tomada. Si todo era como decía el detective que había contratado, solo debería seguir los planes establecidos. Desde el lugar donde estaba, apenas podía ser vista.
Tras media hora más de espera, encendió el último cigarrillo de ese día. Al hacerlo, intentó repasar mentalmente su último año, el cual había vivido en la capital. Era imposible hacerlo sin pensar en Sandra. La conoció en una web de contactos a través de internet. Hablaron y hablaron hasta que seis meses más tarde ella fue a visitarla a Tenerife. Por supuesto, ella alquiló un apartamento y oficialmente era una compañera de trabajo.
Ese fin de semana fue una locura. Era la primera vez con una mujer. Llevaba deseándolo tiempo, pero en su entorno no se atrevía a plantearse algo así. Era totalmente inasumible por parte de su familia, de su ambiente laboral y de sus amigos. Al recordar esa primera vez, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. Seis meses más tarde y varios encuentros más, se marchó a vivir a Madrid. Se preguntaba, por qué ese impulso tuvo tanta fuerza como para mudar su vivienda y pedir un cambio en el trabajo. La respuesta parecía ser sexo, pero no solo era eso. Era difícil describirlo. Con ningún hombre se había sentido así. Todo era tan suave e intenso a la vez. Era otro mundo. Sentía orgullo por si misma, cuando pensaba en todo esto.
Apuró su tabaco y lo apagó con su pie derecho. Se colocó la bufanda para no ser descubierta y siguió esperando. ¿Y si no la veía? ¿Cambiaría eso sus planes? No era capaz de darse respuesta. Volvió a pensar en ese último capítulo de su vida… Ya había pasado un año y después de todo, no era capaz de quedarse. Tampoco de marcharse. Al menos sin una razón aparente.
No podía tomar su decisión si no veía lo que necesitaba ver. Y así sucedió. Al descubrir aquella chaqueta polar roja en la lejanía sabía que era Sandra. Su corazón se disparó. Poco a poco se acercaban por el paseo de la calle Nicaragua. Ella y su nueva amiga. También les acompañaba Copo, su perro. Sus pulsaciones subieron a medida que se acercaban. No entendía, ni quería entender cómo podía estar con otra mujer que no fuera ella.
De repente observó que Copo se acercaba. Rezó a todos los dioses para que no la reconociera por el olor. La vergüenza sería demasiado grande. En ese momento se quedó paralizada, sudando pese al frío. El animal seguía acercándose a ella olisqueando por el suelo. En ese mismo instante no podía respirar, estaba petrificada. Cuando Copo estaba a escasos metros de ella, su dueña gritó al perro para que volviera a su lado. En ese momento volvió a respirar. Realmente… ¿había sido transparente para Sandra? ¿Podría no haberla visto? Quizá no quería hacerla pasar ese mal trago, o quizá prefería obviarla. Se dispararon varios pensamientos en su cabeza.
Cerro los ojos y paró la avalancha de pensamientos. Ya daba igual cualquier hipótesis. Había visto lo que necesitaba para marcharse. Había logrado el objetivo. Volvió a observar cómo se alejaban y decidió levantarse de aquel banco. Sacó el agarre extensible de la maleta y se encaminó al metro, que le llevaría a su segundo y último destino en Madrid. El asiento de su vuelo. Finalmente, las últimas Navidades que estaría en Madrid serian esas.