Fragmentos de la entrevista en Carne Cruda a José Mujica.
Javier Gallego – Hablando de cosas bonitas, ¿Que flores cultiva en su parcela del rincón del cerro?
Jose Mujica – Estoy cultivando tomates, morrones, boniatos, verduras… todo comestibles.
JG – ¿Y por qué lo hace? ¿Qué le gusta de la agricultura, del cultivo?
JM – Conversar con la tierra. De ella venimos y a ella vamos. Todos los fenómenos biológicos que se dan encima de ella… y algunos bobos dicen “tengo tierras”, no se dan cuenta que las tierra nos tiene a nosotros, que no es lo mismo.
JG – ¿Y qué le dice la tierra?
JM – Que han pasado muchas especies y probablemente pase la vanidad humana también y el universo siga dando vueltas. Es muy probable que el diccionario del futuro en algún lugar diga “El sapiens, una especie que se auto eliminó prisionera del éxito y del crecimiento”.
JG – ¿Qué es lo que usted necesita para vivir?
JM – Bah, me sobra, ahorro, porque yo preciso muy poco porque concuerdo con Séneca cuando dice que pobres son los que precisan mucho. O los Aymaras que definen que es pobre el que no tiene comunidad. Y yo tengo muchos compañeros que constituyen mi comunidad. Más no preciso.
JG – En su despedida como senador en 2020 usted dijo que en su jardín no cultiva el odio. ¿Qué idas cultiva?
JM – Cultivo siempre la esperanza, porque si miras mirando para atrás es muy útil para aprender del pasado, pero lo más importante es el porvenir para las generaciones que vienen. Y a las generaciones que vienen no les podemos pasar las cuentas de nuestra generación. Que tengan el coraje de cometer sus propios errores, no los nuestros.
[…]
JM – Mi lucha más dura ha sido conmigo mismo. Vivir lo más cerca posible de lo que pienso. La vida es hermosa. Es hermosa con sus contrariedades, y yo pienso que estar vivo es un milagro. ¿Qué es vivir la vida? Es hacer lo que hacen los pájaros, que cantan cada mañana.
JG – ¿Le ha costado mucho vivir lo más cerca posible de lo cree?
JM – No, por el contrario, es el camino de la libertad. Porque es muy sencillo, si tu te dejas engrilletar por las imposiciones de la sociedad de consumo tus necesidades son infinitas y para cubrirlas tienes que gastar el tiempo de tu vida permanentemente y no te queda tiempo para las cosas que a ti te satisfacen. ¿Cuándo estás libre? Cuando ejecutas el tiempo en cosas que a ti te motivan, te gustan. Cuando tienes que llenarte de obligaciones, porque tienes que pagar cuentas porque multiplicaste los gastos estás sometido a la ley de la necesidad y no sos libre. Sencillo. La felicidad está en el tiempo para cultivar los afectos. Las cosas no generan afectos. Lo que generan afecto son los cosos.
JG – Ha dicho antes que su lucha más dura ha sido consigo mismo. Aunque sea fácil decirlo no es fácil llevarlo a cabo.
JM – Lo que pasa que yo tuve la suerte desgraciada de estar mucho preso y aislado. Entonces empecé a dar valor, la noche que me ponían un colchón en el suelo. Qué no era lo corriente. Y le di importancia a las cosas cotidianas que no se le dan importancia. La cosa es mucho más sencilla y aprendí a cultivar amigos. A cultivar arañas, a cultivar unas ranitas en un lugar muy húmedo. Cosas por el estilo. Porque en el medio de la soledad, tener algo vivo es un mensaje telúrico.
JG – ¿Eso fue lo que le mantuvo vivo y cuerdo?
JM – Si. Nunca fuí muy cuerdo del todo porque la vida es la relación de Quijote y Sancho. No existe el uno sin el otro. Aprendí mucho. En medio de la soledad aprendí mucho para no sentirme destruido. Siempre le quiero transmitir a las nuevas generaciones que triunfar en la vida no es llegar a ningún lado. Porque el único lugar a donde llegamos es el hoyo que nos va a llevar. Es andar. Triunfar es volverse a levantar cada vez que uno cae. El mensaje de vivir la hermosa y despiadada aventura de la vida. Así con mayúsculas. Es el único milagro que hay: haber nacido. Y cuando llegue la doña anunciando la muerte, le diré, tengo ganas de decirle por favor señora sirva otra vuelta, que esto es estupendo. Tengo defectos, como cualquiera, y soy dueño de mis defectos. Me gusta el buen vino, y del otro lado del hoyo, no tengo ninguna confirmación de que se pueda beber buen vino.
JG – ¿Cuál diría entonces que es el sentido de su vida?
JM – Tratar de que quede un escaloncito un poco mejor para los que van a venir luego de nosotros. Y el otro sentido; que haya brazos jóvenes que levanten viejas banderas cuando no estemos. Porque la lucha no es para un día: es eterno del devenir humano. Y tiene que haber gente comprometida con la justicia social, con el sueño de equidad, con el sueño de una humanidad un poco mejor. Algunos le dicen utopía. No me importa como le digan. El hombre es un animal utópico, esencialmente utópico. Cualquier trabajo de antropologia te muestra que en todas las edades intentaron creer en algo que no podían demostrar. Este es un animal que precisa utopía, y cuando no la tiene se puede hacer hincha del Barsa, del Real Madrid… aunque sea una sociedad anónima, pero precisa creer en algo.
JG – Mejor creer en buenas utopías y seguir caminando hacia ellas toda la vida como ha hecho Pepe Mujica.
JM – La vida es una siembra y quienes estamos comprometidos, estamos comprometidos toda la vida. Con aciertos, con errores… con algún pequeño triunfo. En realidad somos parte de esa cosa fermental que tienen las sociedades persiguiendo ideas de solidaridad tras el sueño de que el hombre es un animal que puede mejorarse a sí mismo a pesar de todos los pesares. Si puede caminar a la luna o a Marte, ¿Cómo no va a poder caminar territorio adentro? Para intentar acentuar la empatía y la solidaridad en lugar del egoísmo y el odio. Es posible. […] Es mucho más difícil un cambio cultural que un cambio material porque al fin y al cabo nuestros abuelos como Robespierre era el Dios razón. Habría que quebrar el mundo escolástico, los prejuicios… y endiosamos a la razón. Y el hombre es razón pero es además muchas otras cosas. Tiene pasión, sentimientos, afán de posesión, también un poco de empatía. Es una cosa más compleja. La ciencia del marketing sabe más que la ciencia de la política. El problema es aprender y seguir cultivando esperanza. La sociedad hiperconsumista es funcional a la acumulación: necesita que gastemos una parte de nuestra vida confundiendo ser con tener. Tenemos que pelear por el sentido de felicidad y eso no es sencillo porque esa telaraña gigantesca que nos envuelve, te presiona por todas partes, por eso esto no tiene nada de sencillo. La gente cree que el poder esta con los ejércitos y con los tanques. El poder está en las reacciones subliminales que el hombre y la mujer practican sin darse cuenta, en el seno de su vida. Cambiar eso es una larga marcha; va a costar un poco. Creo que vamos perdiendo por un lado, porque lo que más nos debilita es que perdemos sentido primitivo de la vida: somos más cultos, tenemos más información, más tecnología, pero somos terriblemente débiles ante las circunstancias de la vida. Pero hay signos alentadores. Los trabajadores del futuro son los que están entrando a las universidades hoy. No todo está perdido, porque yo he visto un inconformismo en la base de todas las universidades, sean de Tokio, de Estambul, de Harvard, de Río de Janeiro, o la UNAM de México, donde vaya… Hay un inconformismo latente de la juventud más cultivada. Ello no quiere decir que no terminen hidropesicos y envejecidos de trabajar para una multinacional. Pero de allí va a salir fermento para la causa del progreso humano. A pesar de todo, sigo confiando en el sapien. Y sobre todo en las sapiens.
JG – Dicen que para que te guste el tango, uno tiene que haber sufrido algunas derrotas, ¿Cuáles son las suyas? O la que más recuerda…
JM – Inconmensurables… No le supe decir lo que tenía que decirle a un par de ojos verdes cuando era joven.
JG – ¿Y la victoria?
JM – Sacarme los zapatos después de la presidencia.
JG – ¿Hizo todo lo que pudo?
JM – No… hice un poquito de lo que soñaba. Tener el gobierno no es tener el poder, ni cosa que se le parezca. Es tener un poquito, un permiso. Es transitorio. Los humanos tenemos mucha más capacidad de soñar que de poder concretar. Hay todavía mucha brecha social que no la pudimos atender como se merecía. Nos acordamos de los más sumergidos como las empleadas domésticas o los peones rurales. Siempre acordándonos de los más débiles y tuvimos algunos líos con los que les tenemos que meter la mano en el bolsillo para repartir.
JG – Dice usted que vio cosas que le horrorizaban en su vida política. ¿Cuáles?
JM – La miseria y el egoísmo humano. Fíjate tú que yo dije que iba a poner el 80% de lo que ganaba para hacerle viviendas a las mujeres abandonadas pobres, con hijos. Y esperaba que la alta burocracia pusiera algo. Todos me dieron un apoyo moral pero nadie fue capaz de poner un 1% voluntariamente y le quise poner un impuesto a las grandes concentraciones de tierra. Tuve lío hasta con la justicia. No tuve ninguna suerte.
JG – En cuanto al cambio climático, ¿Seguimos sin entender el desafío?
JM – Si, no cabe duda. Fíjate tú en cosas como la pandemia. No nos podemos sacar la pandemia de encima porque no comprendimos que había que tener por conveniencia un gesto solidario con la humanidad y vacunar a todos. Colectivizar las patentes y que se pudieran fabricar la mayor cantidad de vacunas rápido. Con ello le dimos tiempo al virus para que vaya mutando. Yo creo que a los laboratorios que fabrican vacunas les va muy bien porque han prolongado la vigencia del mercado. El señor presidente de EEUU, que es el país más fuerte, en un discurso dijo que estaba de acuerdo con colectivizar el conocimiento de las patentes. Lo dijo una vez y después se cayó la boca, no dijo más nada. Lo que quiere decir que en estas cosas el señor presidente de EEUU no manda un carajo.
JG – Es el jefe de la planta de supermercado, no más… ¿Y cómo nos enfrentamos a esas gigantescas fuerzas que nos gobiernan? ¿Qué hacemos?
JM – Lo que hacemos no sé. Lo que le quiero transmitir a la gente es que no se puede cambiar el mundo. Pero es como una avenida llena de autos. Tienes que aprender a cruzar la calle sin que los autos te pillen. Es decir, no puedes cambiar el mundo, pero puedes cambiar tu cabeza. Eso está dentro de lo posible. Trata de que no te atrape el consumismo y trabaja para vivir. Porque si no trabajas para vivir estás viviendo a costilla de otro que trabaja, pero no vivas para trabajar. Tienes que vivir para vivir. Como decían los viejos griegos; nada en demasía: tienes que ponerte límites. Porque si no te pones límites, el mercado te va a tener toda la vida pagando cuotas.
JG – ¿Cree usted que, como decían los viejos griegos, los cínicos en concreto, que es en los márgenes donde se puede encontrar esa felicidad? Fuera de este sistema…
JM – Es posible culturalmente que esa locura te arrastre. Eso es posible. Después el cambio es otra historia… veremos. Para eso trabajamos y ya tuvimos otra derrota muy grande. Pienso que los recursos materiales que tiene la época son fantásticos. La inteligencia artificial es un peligro, es un enemigo, pero bien usada puede quitarnos de encima una multitud de penurias. La tecnología puede ser maravillosa, pero el problema es que es como el cuchillo: depende del brazo que maneje la tecnología y los intereses que se muevan: si son para promover la empatía y la solidaridad humana y con un fuerte sentimiento de equidad, es maravilloso. Si son para carreras de la acumulación, para seguir multiplicando mil millonarios que se gastan una fortuna para ir a mirar la tierra cuatro minutos desde arriba… estamos fritos.
JG – ¿Usted sigue creyendo en la revolución socialista como la que le inspiró en sus primeros años? Cuba era una de sus inspiraciones.
JM – No se si es posible las revoluciones o algo por el estilo. Lo que quiero señalar es que los sapiens vivimos prácticamente doscientos mil años, en sistemas que eran prácticamente socialistas. Porque no estaba separado lo mío y lo tuyo. Vivíamos en comunidades gregarias de cuarenta a cincuenta tipos. A tal punto que despues de la pena de muerte, lo más grabe era que te echaran de la comunidad. Así recorrió el sapiens toda la tierra. Hace treinta mil años empezó la revolución agrícola, y con ello empezó la historia de lo tuyo y lo mío, y no del nosotros. Este sentido que hemos creado no es un invento natural de la naturaleza. El invento natural de la naturaleza es el otro, el vivir en comunidad, el ser gregario. Andamos con una cosa perdida de nosotros mismos, por eso nos hacemos hinchas del Barsa o del Real porque precisamos una comunidad y de alguna forma la tenemos que inventar inconscientemente porque hay un hombre prehistórico dentro de nosotros. Yo creo en eso, por eso tengo esperanza en retomar. No retomar el atraso, sino, poner la tecnología al servicio de la felicidad humana y no de la acumulación. Si estoy equivocado… lo que vendrá… Porque mira; si siete mil millones de personas van a vivir como viven las sociedades opulentas aumentando todo los años el nivel de basura y de cosas que desechan precisamos tres planetas para sostener eso. Entonces eso que se está planteando es mentira, no es posible para toda la humanidad. Lo que significa que de seguir así va a haber una subhumanidad y va a haber un muro que la va a separar de la humanidad rica. Y eso es una fuente de conflictos inevitablemente. Lo que va a pasar… no tengo la piedra. Pero me gustaría estar en ese debate.
JG – ¿Pepe le queda algo por hacer?
JM – ¡Si! Siempre tengo proyectos. Estoy haciendo un almácigo de robles. En total unos tres mil árboles. Y sueño que los voy a plantar ¿Te das cuenta que no son pa mí? Siempre me creo una causa hacia adelante.
JG – ¿Cómo le gustaría ser recordado?
JM – Me gustaría que me recordaran cuando levantan las banderas que simbolizan nuestra lucha. Mientras que haya brazos que levanten esas banderas, yo estaré presente. Porque es el sentido de la vida: la lucha.
JG – Pues ya le digo que yo va a haber brazos, muchos, levantando esas banderas en el futuro. Dice usted que espera la carroza de la vieja inevitable con la mayor alegria que se puede, ¿No le tiene miedo?
JM – No… no. Tal vez es lo que hace más grato la vida. Y hasta ahora ha sido la única cosa realmente democrática que existe.
JG – Eso es cierto. Se muere igual un mendigo que un rey. ¿Dónde encuentra usted la alegría? Esa alegría donde uno espera a la vieja inevitable.
JM – En las hojas de los árboles. En la madrugada cuando los pájaros cantan. Que después salen desesperados a pelar su pitanza, pero primero cantan. Todo el mundo de la vida, es un canto siempre de esperanza. Aunque sabe o no sabe, pero inevitablemente la muerte la va a derrotar. Pero para eso se inventó el amor, para empujarnos a reproducirnos. La compensación a la muerte es el amor, porque es la afirmación de la vida. Por eso cuando tenga que venir que venga. Jugaremos un rato a las cartas.
