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No era ella

¡Vaya susto! Ya estaba casi sudando. Vista desde atrás es igual, tiene el mismo cuerpo y lleva el pelo casi idéntico. Cómo me gustaba, supongo que no habrá cambiado demasiado desde hace dos años. Estúpida discusión, que ni siquiera fue discusión. Aunque hubo más de un día así: estúpido. Casi nunca sabía qué decir, parecía que estaba vacía, como si nada la importase. Menos mal que no es ella porque no se cómo reaccionaría si me viera sentarme a su lado en el autobús. Seguramente tardaría en procesarlo y lanzaría alguna patada verbal para ganar tiempo y espacio, algo para defenderse. Hasta lo más banal la venía grande. A todos nos puede pasar, pero luego uno debe digerir las cosas, ¿si no qué? Puede que haya pecado en exceso al sobreanalizar, pero no se puede evitar. O quizá sea yo el que no lo pueda evitar. En cualquier caso, era difícil hablar nada con algo de claridad, sin caer en lugares comunes y nadeces. Ni siquiera logramos una mínima intersubjetividad y aún así me decía ‘No es necesario hablarlo todo’. Nuestros conceptos eran tan distintos… ¿Cómo se puede entender la palabra amor únicamente aplicada a estar con alguien? Sus territorios eran simples y pobres. Tristes. Así era su mirada también. Hubo unos días en los que eso cambió. Su gesto y sus ojos dibujaban esperanza, pero duró poco. El miedo la llamaba y ella se aliaba demasiado a menudo con él. Yo no tenía la culpa de su pasado, ni de querer ayudarla. Aunque siendo honesto es prepotente y paternalista querer ayudar a nadie y menos sin que te lo pidan. No logro escapar de mi propia estupidez en algunas ocasiones. No sé ni que siento, me hubiera gustado que fuese ella la que va sentada en el autobús. ¿Cómo se niega la gente lo que está por venir? Qué curioso, quieren vivir si vivir. Sería injusto para los que intentan jugar a vivir de verdad y pagar la cuenta que eso acarrea. Además, si uno anticipa tanto, es imposible hacer nada. Todo está predeterminado… El amor se inventó para eso, es la fuerza que puede arrastrarte para superar y crear todo lo que uno sea capaz de imaginar. Pero ese no es mi asunto ya. Nunca lo fue, aunque me cansara de intentarlo. Y en el fondo yo lo sabía pero no quería mirar. Es muy difícil ponerle punto final a algo así. Nuestras cabezas y nuestros mundos en frecuencias opuestas, nuestros cuerpos exactamente en el mismo dial, en el mismo punto, se entendían solos. Esa droga que nos dábamos o que se daban nuestros cuerpos era demasiado buena. Imposible de ignorar. ¿Qué se podía esperar? Una efímera esperanza que se desvanecía y se renovaba cada día. Tan fugaz que no alcanzaba más allá de la duración de nuestros incondicionales e íntimos momentos cuando se obviaba todo lo demás. El solo recuerdo me sofocaba, menos mal que no era ella. 

 

 
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Publicado por en 25 abril, 2019 en Abstracto, Amor, Narrativo

 

El cerebro es muy puta

Hace unos días estaba escuchando la vida moderna, el programa de la cadena SER y hubo un momento en el que Ignatius contaba que había utilizado unas gafas de realidad virtual. Por lo que dice, estuvo como diez minutos con ellas y «empezó a perder el sentido de la realidad», de modo que pudo observar que el cerebro se adaptaba rápido a lo que se le estaba poniendo delante. Desde esa reflexión el plantea como erróneo el hecho de que el cerebro tiende a tener unas posturas cuadriculadas e inamovibles, sino todo lo contrario.

Es un tema interesante y puede explicar muchas cosas, pero profundizar es difícil por la cantidad de elementos que le rodean. Si lo que propone Ignatius es cierto, quiere decir que somos realmente personas con cerebros muy plásticos y flexibles. Esto nos debería permitir admitir errores rápido y sin coste, cambiar de opinión si estamos equivocados, no sufrir en exceso ante determinadas situaciones y continuar adelante, evitar conflictos por diferentes ideas etcétera. Hay mucha gente capaz de esto, pero mucha otra por defender una idea es capaz de matar. Incluso a menudo, más que defender una idea, defender el tener razón.

Como apunta Fromm en El miedo a la libertad, «El hombre moderno se halla en una posición en la que mucho de lo que él piensa y dice no es otra cosa que lo que todo el mundo igualmente piensa y dice; olvidamos que no ha adquirido la capacidad de pensar de una manera original». Esto ocurre porque en parte, para socializar, por un lado y para obtener el sentimiento de pertenencia debemos construir o se nos es construida una realidad común. Un lugar desde donde entendernos de manera efectiva basada en una misma subjetividad. Es decir, una manera de mirar el mundo y nuestras realidades. Eso simplifica la realidad para su utilización colectiva y en masa. Cuando es dirigido por las élites es lo que Gramsci entiende como hegemonía.

Al ocurrir esto, el pensamiento y la terminología tiende a unificarse en un mismo sentido común. Aquí llega una de las posibles explicaciones por las que la ideología o la cultura no nos permite o nos dificulta ser más flexibles: el miedo a cambiar de opinión. Pensamos que si estamos equivocados somos más tontos y creo que no es así. Es justo lo contrario. El que, entre comillas, pierde una pelea verbal o argumental, realmente es el que ha ganado: porque aprende. La persona que tenía razón se queda como estaba y en esa ocasión no pudo aprender nada, mientras que el que estaba equivocado gana un conocimiento o aprendizaje, siempre que esté dispuesto a cambiar la manera de pensar. Además, como afirmaba el maestro, Galeano, «No vale la pena vivir para ganar, vale la pena vivir para seguir tu conciencia», y yo añadiría: para aprender. La capacidad de aprendizaje es lo que nos permite vivir con las comodidades que disfrutamos y la que nos diferencia en mayor medida de los demás seres vivos. El miedo al sentimiento de no tener razón o estar equivocados nos impide ver una realidad desde otro punto de vista diferente, empobreciendo nuestra manera de pensar, entender y analizar la realidad.

Es también importante mencionar que no somos nuestras ideas ni somos nuestros pensamientos. Es decir, nuestras ideas solamente son creencias que hemos adquirido a lo largo de nuestra vida, especialmente en la niñez a través la educación en los entornos más próximos: en casa y en el colegio, y todo lo que se nos ha sido inculcado y se nos es inculcado durante nuestra vida. Algo que para nosotros es una especie de certeza. Con la que operamos e interiorizamos como verdad absoluta. Es más, pensamos que nos aporta seguridad el tener razón o no cambiar de ideas, pero realmente es una falsa seguridad porque finalmente no son realidades categóricas y verdaderas, solo son barreras que, otra vez, nos dificultan tener una mentalidad más flexible y adaptativa.

Por otro lado, tener una opinión o visión que no comulga con el sentir general o hegemónico nos produce otro miedo: el perder el sentimiento de pertenencia y de socialización. Esto tiene que ver con esa batalla entre la propia personalidad y la relación con los demás. A la hora de comunicarse y tener relaciones sociales siempre es más fácil desde una forma de pensar y cosmovisión compartida, aunque en parte ceda mi pensamiento propio. Es más sencillo y más rápido porque no hay que exponer ni profundizar en nada, pero nos vuelve a impedir flexibilidad y ejercicio mental. Este miedo puede hacer que se defiendan causas comunes no por el hecho de creer firmemente en ellas, sino por sentirse y ser parte del grupo y participar de él. Varios gobiernos a lo largo de la historia, entre ellos el del tercer Reich, aprovecharon y aprovechan esto para gobernar. Gente defendiendo causas en contra de sus propios intereses o de los intereses generales.

La barrera individual del temor a no tener razón y a la falsa seguridad junto con la barrera del temor a encontrarse solos; son los obstáculos que de alguna manera nosotros le colocamos al cerebro. A un órgano que físicamente está preparado, como dice Ignatius, para adaptarse de una manera sistemática y rápida. Parece entonces tener razón cuando, entre bromas, afirma que «El cerebro es muy puta» y creo que somos nosotros a través del mayor grado de consciencia los que debemos ayudar a que eso sea así en la mayor medida posible. Intentar no ponernos barreras a nuestro órgano más preciado y potente, algo que es sencillo de entender pero un poco más difícil de llevar a cabo. Quizá sea porque, aunque entendamos la parte racional, poco podemos conseguir si emocionalmente no sabemos manejar los miedos que nos impiden dejar al cerebro trabajar. Volvió a acertar Galeano sosteniendo que somos seres sentipensantes y que cualquier pensamiento es antes un sentimiento. Somos razón y corazón de una.

 
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Publicado por en 12 julio, 2018 en Abstracto

 

Humor y revolución

Si nos paramos a pensar un minuto, todos conocemos a más de una persona que siempre está entre bromas. Gente que utiliza el humor como vehículo comunicativo para ser más dinámico, divertido, pero sobre todo eficaz, en sus relaciones, ya sean personales, profesionales o de cualquier tipo. Hay muchísimos textos que correlacionan el humor y la inteligencia. Apuntan también a que, especialmente a los hombres, nos hace más atractivos. Pienso que tanto a hombres como a mujeres nos hace mil veces más atractivos. Rebaja la tensión siempre, funcionando como lubricante social.

El mundo es incierto e inexacto a menudo y eso lo deja sin definiciones sencillas. Presa de etiquetas facilonas para nuestro cerebro que se empeña en asignar por puro mecanismo de almacenamiento e interpretación del mundo exterior a él. Pero si no tienes definiciones, todo está más abierto y puedes jugar; tomarlo con filosofía y enriquecer más nuestra realidad. Tiene que ver con alzarse por encima del error de lo literal y superar la categorización unívoca de las cosas. Con el humor ensayamos y soñamos nuestra forma de ver el mundo y le ponemos dirección. “Entre broma y broma la verdad asoma”, dice el refranero. Obviamente, hay muchas cosas que son más fácil decirlas entre bromas.

Puede utilizarse en situaciones donde se tiene menos confianza de manera y actúa como inclusor. También pueden utilizarse entre conocidos donde las bromas o conceptos tienen significados negociados y por lo tanto eficaces, es decir, donde hay una intersubjetividad previamente creada. Como escribía en el párrafo anterior, esto permite a varias personas, ya sean dos o más, explorar y profundizar en algunos temas más tabúes, donde las analogías imponen un extra de flexibilidad mental para entender la realidad como un ente no unívoco. O al menos de darle una interpretación relativamente diferente o crítica a la hegemonía. Ademas, el humor le resta solemnidad a los idiotas, que son más peligrosos que los malvados.

Existen muchos temas que, aunque importantes, causan recelo y tensionan una conversación, como los sociales o políticos. Por ejemplo, a nivel ético, lo que está claro y es evidente pero los poderes fácticos lo presentan como imposible, el humor se convierte en un agregador importantísimo. Es decir, programas como “No te metas en política” o “La vida moderna” incluso “Polonia” (sobre la hegemonía nacionalista, de la que no estoy en casi nada de acuerdo), lo pretendan más o menos o no lo pretendan nada, hacen más y suman más por los procesos de reeducación y planteamiento de la izquierda o del pensamiento crítico que muchos políticos de manera seria y canónica. Por muy acertado y bueno que sea tanto su diagnostico como su discurso. Aunque tenga todo la razón del mundo. Por comparar con la música, como comento Silvio Rodríguez; las canciones no hacen una revolución, pero agregan a su sentido común.

No se trata de dar una respuesta, sino de plantear las preguntas que deben ponernos en movimiento. Porque realmente no hay un final, sino un camino. Por eso es importante aprender a reírse de todo, porque todo forma parte del camino. Por eso y porque es finita nuestra vida se debe relativizar. Es por eso que realmente el humor, aparte de aportar bienestar físico y equilibrio mental debe convertirse en revolucionario. Revolucionario en el sentido crítico. Que permita entrar en los entresijos de todo para deconstruirlo y nos ayude a pensar y a cambiar lo que deba ser cambiado.

 
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Publicado por en 26 junio, 2018 en Abstracto, Politica

 

Ítaca

Sus ojos ya estaban húmedos. Aún quedaban cuatro líneas y tuvo que hacer un esfuerzo para continuar sin que ninguna lágrima cayera de sus ojos. Termino de leer el poema como pudo y le devolvió el libro mientras le revelaba lo bueno que le parecía. Le costaba trabajo hablar y busco su abrazo, que lo necesitaba y quería, antes que de que ella viese como rompía a llorar. Prefería hacerlo entre sus brazos, aunque en ese momento no pudiera interpretar exactamente qué ocurría.

Comprendía el significado y los matices que todas esas líneas representaban para ella y sentía también muy hondo el motivo que para él tenían. Un sentimiento de intimidad se despertó desde bien adentro. Venían de dos mundos diferentes, de dos vidas distintas. Dos miradas diferentes pero que se identificaban en un mismo poema. Diferentes sueños a concretar, reflexiones y asunciones que les permitían navegar en una misma frecuencia a través de un territorio tan bonito como la literatura. A través de un puñado de palabras que proyectaban una galaxia entera de significados comunes.

Y se fue. Se fue como ya había hecho otras veces antes. En busca de la aventura, para vivir, para reflexionar sobre la libertad, para sentirse, para encontrar nuevos compañeros y buscar nuevas batallas. También para estar en soledad. Y bebió de todo lo que pudo con la mayor sed del mundo intentando hacer a su vez con la calma y la visión de la madurez. Beberlo todo es inevitable y natural de alguien que quiere entender mejor el mundo. Inevitable para alguien que quiere entender mejor su mundo. Bebió de todas las fuentes y arroyos. Con los ojos atentos, las orejas alerta, con libros entre las manos y con la cabeza bien abierta donde poder meter cualquier cosa sin necesidad de etiquetar. Dispuesto a tener menos certezas del todo y más seguridades de sí mismo. Dispuesto, claro, a dudar, a caer y a seguir. Dispuesto a vivir.

Recorrió el sendero de los sentidos. Lloro y rió de alegría por todo su cuerpo. Sintiendo la tristeza inevitable de algunos momentos. Reflexionó, disfruto de la soledad y se perdonó sus errores. Porque evidentemente sin errar no se aprende tan rápido. O quizá no se aprende nunca. Se habló con sinceridad y se miró irreverente hacia las imposiciones de fuera como un episodio natural en su vida. Intento mejorar en el arte de quererse y de cuidar a la gente que encontraba en el camino. Sintió el aprecio de los desconocidos cuando se acercaba con humildad. Y se sintió el rey del mundo siendo cada vez más consciente de su minúsculo tamaño. Porque ya lo sabía, pero comprobó una vez más que en lo pequeño está lo elemental y lo sustancial.

Hizo el mundo un poquito más pequeño otra vez y aumento perspectiva gracias a la distancia. Y respiró. Respiro felicidad y al hacerlo llenaba sus pulmones de libertad. Busco a su amiga la plenitud y su amigo gobierno de vida y no siempre los encontró con certezas. Pero sintió paz y también contradicciones y dudas. Y miró la luna desde ese lugar. Donde, por más que se lo preguntase, no entendía porque sentía esa atracción. Ese lugar tan terapéutico como es el mar.

Aprendió a volver, algo importante, porque también en eso consistía irse. Y supo entonces que pese a la distancia, Ítaca no solamente se estaba en su cabeza. Cada vez que se iba y a medida que caminaba percibía con mayor claridad que se estaba apoderando de su corazón.

 
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Publicado por en 7 mayo, 2018 en Abstracto, Amor, Viaje

 

Es el mercado amigo

No es mala idea empezar por el corolario del video de Ignatius de la Vida Moderna del que quiero comentar un par de cosas: “Las drogas te vuelven loco, pero no te hacen un hijo de puta”. Todo empieza por la famosa frase de Rodrigo Rato; “Es el mercado amigo”. Doctor en economía, director de FMI, presidente de Bankia y Caja Madrid, ministro de economía y hacienda… Y su reflexión tras ser preguntado por la gestión de Bankia, por los delitos fiscales, tarjetas black etc. es, ni más ni menos… “Es el mercado amigo, esto no es un saqueo”. Brillante. Normal que su vida haya dado pie a una obra de teatro.

Sorprende el descaro con el que se quita todo tipo de responsabilidad con una sola frase, sin despeinarse y de una manera tan miserable. Alguien que, como dice Ignatius, se supone que tuvo que ser responsable de todos los cargos mencionados antes. Pero la clave no es lo que dice, sino el mensaje entre líneas que apareja. Siguiendo la analogía del video, se nos presenta “el mercado” como un ente abstracto y sin gobierno. Como si se tratara de un fenómeno atmosférico que no se puede controlar y manejar o como una suerte de dios utilizando el mismo esquema que hace siglos. Como dice Ignatius se da la paradoja de que nos comportamos contra algo matemático y racional, como si de dioses se tratase. Creo que ese es el triunfo de los liberales que defienden el mercado, pero no la libertad: está claro que alguien sin dinero no es libre en el mercado.

Aceptar el ente llamado mercado como algo así, nos desempodera totalmente. De la misma manera que llegaban tempestades por el enfado de los dioses, ahora llegan crisis por el enfado de los mercados. Recordemos que se ha llegado a tildar a los mercados como sensibles etc., de igual manera que si tuviesen sentimientos… ¡Los mercados! Como dice Ignatius, nos doblegaremos al dios mercado o lo que es lo mismo al dios dinero. Ya que finalmente es el mercado como respuesta a todo por encima de equidad, justicia o democracia.

Dicho lo anterior, la pregunta, al menos para mí es obvia ¿Los que están al mando nos sirven para algo? Independientemente de sus ideas políticas. Es decir, tenemos un sistema hecho por nosotros; matemático, técnico y cartesiano: donde todo se calcula y se formula. Un sistema creado por humanos para humanos y no por ningún tipo de dios, que debería ser una herramienta a nuestro servicio, pero resulta que debemos ser respetuosos a sus caprichos y atenderle, pese a que sea contrario a las necesidades de una mayoría, cuando esto ocurre, para salvaguardarlo. Si la respuesta es el mercado, no entiendo para qué sirve alguien al mando.

La segunda pregunta, vuelve a ser obvia, ¿Es el sistema una herramienta para que nos sea útil a una gran mayoría desde una visión del globo entero, incluyendo asuntos como el cambio climático, o es el sistema un ente al que le debemos sumisión? ¿Y esto, qué sentido tiene? En cualquier caso, la reflexión que se debe plantear es la siguiente: Si tenemos algo, cualquier herramienta que nos ha ayudado durante un tiempo determinado, pero por la naturaleza de la vida y los cambios que se dan, ahora no nos sirve y, es más, nos entorpece, ¿Porque no modificarla? ¿Porque no poner en tela de juicio algunas cuestiones? Todo siempre es mejorable o muy mejorable. No estoy hablando de tirarla u olvidarse de ella. En este sentido creo que debemos ser más prácticos. Nadie tendría ningún artilugio en sus manos que le limite y le coarte.

Por otra parte, otro planteamiento que se da en el vídeo, es que finalmente nosotros somos un elemento más de la rueda mercado. Ya es el punto final de la deshumanización por parte del mercado y del sistema. Ya que el sistema no es que no sea una herramienta a nuestro servicio. Es peor, el sistema nos absorbe como un elemento más de su engranaje para su desarrollo supeditándonos a él. Ya que nos convierte, en productos creados para consumir, en el mejor de los casos. Es el mercado amigo… que le vamos a hacer.

Jamás en la historia humana hubo tantos suicidios. Además, esta tasa es a menudo más alta en los países más felices. Quizá medir felicidad por las tasas de consumo no era buena idea. Cuando se utiliza el término desarrollo, solamente pensamos en desarrollo tecnológico, técnico y económico, pero si no conlleva desarrollo humano y personal no vale para nada. Nos hace peores. No es esta en nuestra naturaleza ya que vinimos a la vida a ser felices y no a consumir.

En cualquier caso, cuando una especie atenta tanto contra su propia vida, significa que algo no está bien. Habría que preguntarse eso también. Algo está fallando. Ninguna especie más que la nuestra atenta contra su propia vida en el planeta tierra.

Finalmente creo que José Saramago tenía razón cuando dijo: “La alternativa al neoliberalismo se llama conciencia”. En el video que me hizo reflexionar sobre esto y que dejo a continuación, Ignatius lo desarrolla en clave de humor.

 
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Publicado por en 2 abril, 2018 en Abstracto, Politica, Vivencias

 

¿Cómo empezó esto?

Estaba allí sentado. Eran casi la hora de comer y no tenía hambre ni ganas de nada. De lejos, en apariencia era una persona más, incluso iba bien vestido. Sentado entorno a una mesa de Coca-Cola que utilizan los bares para poner sus terrazas se lo podía ver junto con un grupo de gente. Desde donde estaban sentados los demás, en la misma mesa, las apariencias, en esta ocasión, engañaban.

Tenía el jersey lleno de lamparones, la camisa por fuera y un pantalón vaquero que parecía curtido y oscuro sobre todo en la parte más baja por las copas y cervezas de toda la noche anterior. Barba de algún día de más y la mirada perdida y descolocada. Si alguien no lo conociera, podría suponer fácilmente que se trata de un sábado más largo de lo normal. Pero no, no era eso. No solamente.

Cuando abría la boca para hablar se podían descubrir más cosas. Especialmente dos. Que aún los efectos del alcohol y las drogas lo tenían atrapado, pero no sólo de esa noche. Es como, aunque suene extraño, tuviera experiencia en estar así. La otra era la boca descuidada y destrozada. Quizá la  boca mejor que un Yonki tirado de la calle, pero no mucho mejor. Era difícil e impactante ver una persona tan joven que apenas llegaría a los treintaicinco con los dientes así.

Su discurso terciaba entre lo bien que se lo pasaba, como si hubiera nacido para eso e intentar hacer gracias para los demás parroquianos que estaban frescos y despiertos. Cuando se sentó en la mesa con ellos, vino sin compañía. Seguramente de otro bar… ¿de dónde sino? Al ver a sus amigos de toda la vida se sentó en la misma mesa. Aún con ese estado tan degradado, tenía ciertas habilidades para hacerse querer y ademas no era ninguna mala persona ni tampoco peligrosa.

El primer rato fue divertido. El hacia el payaso y los demás se reían con él o de él. Eso no estaba claro, aunque parecía que en mayor medida, era con él. Después, los demás, se fueron callando y dejando de hacerle caso. Las payasadas eran repetidas y no hacían tanta gracia. Al fin y al cabo era lo mismo de siempre. Entonces volvieron a su conversación dominical entre ellos.

Al principio intentó y siguió hasta que se dio cuenta que ya nadie le miraba; ya nadie le hacía caso. En ese momento llego el camarero y uno de ellos levanto la mano para pedir otra ronda. Dos, cuatro, cinco… ¿Y tú que quieres? Si una cerveza también. Habían pedido también para él. Un minuto más tarde el camarero abrió con destreza un puñado de cervezas bien frías y dejo encima de la mesa varios cuencos con patatas revolconas. Una era para él, claro. Y los demás, que durante ese momento parecían tutelarle, le animaban, más que a tomar cerveza a que comiera. Incluso uno de ellos le pregunto si quería más, podía pedirle más comida. Dando las gracias negó el ofrecimiento.

Poco tiempo después, todos lo volvían a ignorar ya, como si no estuviera en la mesa para centrarse en sus conversaciones. El lleva un rato casi sin hablar. Qué curioso, pensó, estaba rodeado de gente que conocía, igual que durante la noche anterior, pero se sentía solo. Es como si para los demás no estuviera. Solo y cansado, cada vez se le cerraban más los ojos. Se sentía sucio, en la boda y por todo el cuerpo. De repente no encontraba la diversión en nada. Como cuando se va la luz en una noche de invierno. Pum.

En ese momento pensó… ¿Cómo empezó esto? Cómo había degenerado tanto algo que era divertido. Si él era el rey, el puto amo. El más respetado, el que más bebía, el que más ligaba… el que más todo. Y ahora qué. No sabría decir en que momento paso de ser algo divertido y que quería hacer, a ser algo que hacía casi porque el cuerpo le pedía para estar bien. Mejor dicho, para no estar mal.

De repente pasó un niño corriendo al lado de su mesa y se puso a jugar cerca suyo. El se quedo mirándolo. El niño lo miro. Cruzaron varias miradas. Un miedo le cubrió su cuerpo y le costaba trabajo pensar. Le costaba trabajo la vida. Es como si estuviera rendido. Pero ya en ese momento, sólo quería dormir. Dormir mil años con el solitario deseo de que el tiempo pasara, o quizá volviera hacía atrás.

 
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Publicado por en 24 noviembre, 2017 en Abstracto, Narrativo

 

¿Nos gusta la basura?

A juzgar por lo que se ve, puede parecer lógico pensar, que nos gusta la basura. Ejemplo son los vídeos chabacanos de internet o las fotos poco agradables que circulan por todas las redes, la comida rápida, las relaciones sociales a través de una pantalla, la tele basura… Incluso la aceptación del trabajo basura. Buena parte de lo peor lo representan los shows de televisión, por llamarlo de alguna manera. El contenido es el nulo contenido en los cerebros de los participantes. Sirva también de ejemplo los vídeos como “Caranchoa”.

No veo la tele a menudo, y estos programas no los veo nunca, pero hace unos días, encendí la tele y ahí estaba. Normalmente me precipito sobre el mando para cambiar de canal. Pero esta vez no, me senté a verlo durante cinco minutos. Para poder saber exactamente de qué hablo.

Después de estar un rato las ganas de vomitar me llegaron y apage la tele de nuevo. No digo que hubiera mayor o menor contenido, directamente no había contenido. Era una sinrazón de argumentos, donde unos a otros se faltan al respeto sin educación. Además parece que, cuanta menos educación, mejor. Claro, la estética, como dice aquella canción, “silicona y abdominales”, más marcada imposible. No entiendo cómo alguien puede sentarse a ver esto. No lo pillo. Pero sucede. Ahí están las audiencias.

Pasa lo mismo con la comida rápida, con la retórica facilona, con la música machista y sin calidad musical o con las relaciones artificiales. Ya sean porque tienen su existencia a través de aparatos electrónicos o porque se establecen por finalidades de interés, dinero o cualquier otro móvil.

Afirmaciones como “la ópera es insoportable”, “no entiendo para qué leer” o “que coñazo el teatro”.  Realmente, si no te enseñan a escuchar ópera, seguramente la escuches y te parezca una basura y prefieres escuchar Reggaetón. En los años 60, los obreros al salir de la Fábrica de la Fiat acudían a las plazas para escuchar ópera. Verdi era popular. En nuestro siglo de oro español, cuando la gente veía a Calderón o Lope les faltaba tiempo para cuadrarse. Eran conocidos y reconocidos socialmente.

Realmente me niego a pensar que nos guste la basura. Aunque lo consumamos, porque una televisión basura pertenece, a una sociedad basura, a unos políticos basura etc… Pero me niego a pensar que nos guste verdaderamente. Más bien es un asunto de educación. De hacer pedagogía de las cosas con calidad y fondo.

Cuando se nos oferta solamente basura, o en una proporción muy grande, podemos caer en esa dinámica. Pensar que eso es lo que debemos consumir. Y peor, que es lo que nos gusta o nos debe gustar. A todos los niveles, cultural, social, alimentario… Y es mentira. La mala comida no te aporta los nutrientes necesario y te hace obeso, igual que la mala cultura te entorpece el entendimiento y por lo contrario te aleja de la emancipación. De una vida más sabia. No es que te deje equidistante, es que te aleja.

Se trata de no ir a lo fácil ni a lo inmediato. No basta sólo con entretenerse. Finalmente estas son las palabras; facilón y rápido.. De plantearse en qué gastar mis horas y como. Basado en un diálogo constante con nosotros mismos y nuestras afinidades. Intentar dar un porque mayor a lo que sea hace. Es decir, que trascienda del momento puntual.

Una distracción rápida y sencilla de hacer, la cual no tenemos que trabajar de alguna manera puede frenar esa idea o sensación inevitable de que tarde o temprano nos vamos a morir, pero no aporta un poso sólido que nos permita esa belleza vital. Ese sentido que trasciende a seguir la rueda social sin parar a mirarnos. En cambio, si lo hacen la literatura, el pensamiento, el aprendizaje de un instrumento músical, la conciencia de vida y la de solidaridad, disfrutar de la naturaleza y con ella, una conversación profunda con otros o con uno mismo…

“Vive como si fueras a morir mañana, pero estudia como si fueras a vivir eternamente”. Isidoro de Sevilla.

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Publicado por en 19 enero, 2017 en Abstracto, Amor, Vivencias

 

Cuba libre, Gracias

No es fácil escribir ni ordenar todo lo que me pasa por la cabeza de estas tres semanas espectaculares recorriendo la isla de Cuba. Creo que un buen comienzo sería diciendo gracias. Gracias por vuestros valores. Por ser, como ellos dicen (cosa que yo también pienso), nuestros hermanos. Porque realmente nos quieren. Ciertamente te sientes muy poco «Yuma» cuando estás por allí, te sientas a hablar con ellos, a comer, tomar una cerveza o dormir unas noches en su casa. No solo compartimos lengua, sino pasado y cultura. El castellano es nuestra patria común. Por supuesto no solo en Cuba, sino en toda Latinoamérica. Una patria común de quinientos millones de hispanohablantes.

Cada ciudad y pueblo del país con sus museos, en especial la Habana, permite viajar en el tiempo desde el siglo XV hasta hoy. Entender que fue España y que mereció la pena, con lo bueno y lo malo que allí llevamos. También entender porque son y porque somos, los españoles, como somos. Desde la época colonial, hasta el día de hoy, pasando por supuesto por la revolución que pese a todo vertebra gran parte de la identidad del país. Como mola ver en persona la estación de radio rebelde utilizado por el Che en el museo de la revolución. Las cosas están cambiando despacio, pero el pasado no se puede cambiar, creo. No estoy convencido de esto último, porque allí leí “1984” de Orwell. Y si, es posible que Colón tuviera razón, cuando llegó por primera vez ese 28 de Octubre a la isla: «La tierra más hermosa que ojos humanos hubieran visto».

La Habana te deja, especialmente con sus antiguos coches americanos, trasladarte unos cuantos años atrás, algo más de medio siglo. Es la ciudad que lo tiene todo sin tener nada. Es pasear horas y horas por sus calles, sin más destino que perderse, tú y la ciudad, para que, en el momento menos pensado, te vuelvas a encontrar. Te vuelvas a encontrar contigo, con la habana y con una solidaria condición humana que conquista tu sonrisa. Cualquier cosa puede suceder, cualquier cosa puede existir, si estás listo para descubrirlo. Pocos lugares son tan contradictorios. Incluso… casi tan contradictorios como nosotros mismos. Un final del día mirando al Malecón desde la Fortaleza de San Marcos bebiendo Guarapo recién exprimido con un poco de ron es un regalo a los sentidos.

El lugar más alejado de mi casa donde me hospedado es Viñales. Unos 7.500 km. Quizá uno mis lugares favoritos de la isla. Un sitio con una naturaleza riquísima, rodeado de pozas y cuevas envueltas por los «mogotes» que rodean el valle. Perfecto para la bici y para hacer algo de escalada. Es curioso. Estando tan lejos, me he sentido tan bien como en mi casa, siendo parte de la familia. Eso es mejor que todo el valle entero. Solo se puede pagar con el mismo cariño y respeto hacia ellos. Gracias por acogerme, por cuidarme y hacer mi estancia allí aún mejor. El calor familiar es algo grande, no solo en Viñales.

También gracias por algo tan maravilloso que he podido hacer tantas veces. Hablar con la gente relajadamente, con espacio y tiempo, entre personas que quieren compartir, conocer y contarte. Esas conversaciones tan enriquecedoras con la gente local… Conversaciones que surgen en cualquier lugar y se demoran horas. Es un privilegio enorme haber podido compartir vida y opiniones con gente tan distinta en edades, pensamientos y modos de vida. Es aprender y entender de primera mano, sin que nadie te lo cuente. También con otros viajeros, sobre todo los que viajan de verdad, para vivirlo, no solo para verlo. Los que viajan para vivirse. Gracias por todas y cada una de esas conversaciones y momentos. Ya sean en español, en inglés (prometo mejorar), en italiano (prometo contestar una palabra en italiano) o en la lengua favorita de los guías turísticos cubanos: «Espanghis».

Por la calma de Bahía de Cochinos y sus playas transparentes llenas de corales y peces, perfectas para hacer kilómetros en bici en busca de otro rincón más para hacer snorkel hasta que el sol se vaya. Por la primera derrota americana allí. Por los zumos de fruta bomba. Por los reencuentros y los nuevos encuentros allí y que se irían sucediendo en los diferentes destinos. Por aumentar, una vez más, mi gama de grises, algo que ocurre cada vez que uno viaja, con los ojos despiertos, el cerebro abierto y unos libros entre las manos. Eso hace entender mejor la vida y el lugar del mundo en el que vive. Por las horas de lectura, ¡Que placer tener tiempo para leer y para escribir!. ¡Que placer tener tiempo para vivir!.

También porque recordarme que esperar colas (Banco, CADECA o hasta en los baños), puede llegar a ser algo terapéutico. Aunque al principio no lo sientas. Es recordar algo que todos sabemos pero olvidamos cada día: que la vida está aquí y ahora, sin prisas. Con el que tenemos al lado, ayudando y sirviéndote de su ayuda. Como dice un buen conocido; la vida está en los ojos del otro, en la piel del otro. Esa es la conexión real y auténtica. El tacto y su placer, como dicen los chikos del maíz. Sentir la vida transcurrir tranquilamente, no hace falta mucho más.

Relajarse en la incertidumbre. Suena bien. En Cuba todo es posible, pero nunca sabrás cuándo ni cómo será. Como ellos dicen, «no es fácil». En un país tan seguro como este, no existe la certeza tampoco. Aprender a vivir con ello es convivir con nuestra naturaleza. No es un lugar para ir con prisas y eso es de agradecer.

Por permitirme viajar por los lugares más oscuros de mí y también los más amables. Por no dejarme huir. Por dejarme descubrirme. Por enfrentarme a mí mismo y permitirme pensar mi mundo y mi vida. Hacerlo desde la perspectiva real y tranquila que me permita ser feliz. Repensar tu vida y replantearte todo. Una buena respuesta; ¿Porque no? Increíble.

Por elegir cada momento para mí y disfrutarlo como si no existiera otra cosa en el mundo en ese instante. Saborear la vida como algo finito, pero sin agobios. Por dejarme llevar por otros también, decidido antes por mí, para descubrir otros caminos. Así es cuando todo es posible, hasta enamorarte en cada momento de la vida sintiéndolo por tu cuerpo y tu cabeza. Por la necesidad de reinventarse en cada momento como hacen los autóctonos. Vivir es un reinventarse diario. Por levantarte y pensar en el día como una aventura que tú vas a crear y cabe todo. Por sentirlo tanto, tanto como el aire fresco acariciándote la piel en las noches trinitarias. Ahí cambia el mundo, porque tu estas cambiándolo para ti. Joder, como mola.

Por dejarme descubrir que cuando vives, sobre todo con intensidad, entiendes que no hay tantos héroes omnipotentes y que los mitos, solo están existen en la mitología. A relativizar y a sospechar lo estúpido que es endiosar o odiar nada por muy desconocido o valorado que sea. Es mejor el respeto y la comprensión.

Por el sentimiento de volver a la única y verdadera patria: la infancia. Hacer y sentir cosas que te transportan al pasado debería ser algo obligatorio en nuestras vidas. Por sentir que valgo lo que valgo por como soy, por quien soy, sin importar nada lo que tengo. Porque yo ya lo sabía, pero en Cuba es más fácil sentirlo.

Por la luna llena de Trinidad que conecta personas. Por su puesta de sol desde la playa, algo espectacularmente bonito. Por poder tocar en el proyecto de banda callejera con la vida más corta de Trinidad. Por bailar el «Baby Girl» dentro de una cueva llena de ron. Por la cerveza bucanero y por la cristal, los mojitos, los cubalibres y la canchánchara. Porque la comida sabe a comida y la fruta sabe a fruta. Por esa naturaleza virgen que haga que media isla sea patrimonio. Que nunca lleguen allí los ladrillazos por favor. Por las risas y las sonrisas. Por como transcurre la vida allí.

Por ser un único país del continente Americano con cero niños durmiendo en la calle y sin desnutrición infantil. Por la sanidad y la educación, impensable antes. Todo esto tras un bloqueo de mas de medio siglo. Con luces y sombras. Es dignidad.

Por ser así, y porque los cambios sean progresivos. Al ritmo cubano. Como mucha gente quiere allí. No perder la identidad es importante. Sin identidad no somos nada. Por ser el verano del invierno.

Por todo esto y mil cosas más Gracias. Nos volveremos a ver. Hasta la victoria, siempre.

valleviñales

 
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Publicado por en 29 noviembre, 2016 en Abstracto, Amor, Historia, Viaje, Vivencias

 

Reverteando II. La mujer como ser superior

Pequeña parte de la conversación “La literatura como aventura”. sobre la mujer, entre Arturo Pérez-Reverte y Maira, en la Universidad de Puerto Rico.

literaturaventura

A. – Una de las cosas que he descubierto, y eso no fue en la guerra, fue en la vida, es que la mujer es un ser superior. Esto no es un alago fácil, puedo razonarlo.Tú tienes una cuna, con dos niños gemelos de seis meses; el niño y la niña al lado. El niño es un pedazo de carne con ojos. La niña le haces un gesto y ya te está mirando, te agarra la mano, ya te está mandando mensajes… hay una información genética que está en la mujer desde hace mucho tiempo. Esto ya lo hemos hablado alguna vez.

Son muchos siglos de estar callada, de silencios, de ser botín del vencedor, de que a tu hijo se lo lleven a la guerra, de que el marido se vaya al futbol o a la guerra o tal. De estar ahí callada junto al fuego, cosiendo, cocinando, mirando… Entonces eso ha generado esa especie de lucidez, una capacidad de observación, de penetración, de inteligencia potententísima en la mujer, de la que el hombre por su misma dinámica de cazador, de guerrero, de futbolero, de borracho en la esquina, de putero… ha diluido en otras cosas. Esa energía la mujer la concentró en educarse a sí misma en cuanto a mirada en su aspecto interior. Con lo cual, por simple evolución genética el hombre sigue siendo igual de estúpido que hace veinte siglos o treinta, pero la mujer ha generado una inteligencia que ya es genética. Hasta las tontas, y hay mujeres muy tontas, la tienen sin saber que la tienen.

Yo me di cuenta de eso cuando mi hija Carlota de siete años un día discutiendo me dijo: «Pero papá». Con un desprecio… con una superioridad moral. Yo me la quede mirando y pensé, pero si ésta pingaja, no la han engañado, no la han mentido, no sabe que es el sexo, no sabe que son los hombres… y ya sabe que somos despreciables. Y me puse a pensar por qué. Las mujeres, los recuerdos… y descubrí eso. Que mi hija vino ya a la vida con una lucidez genética que el niño tiene que hacerse. Mientras que ella tiene la mitad del camino hecho.

Con eso decidí hacer una novela donde una mujer fuera la protagonista. Y que La Reina del Sur iba a ser la historia, y ahí apliqué todas estas teorías. Esa especie de sabiduría y también soledad, de amargura y de lucidez. Porque hay una cosa que está clara y es muy interesante también. Hasta la mujer aparentemente más feliz del mundo, que tiene hijos, que tiene un matrimonio feliz, tiene rincones de soledad personal, de lucidez intima que no llena con nada. Que sólo son de ella. Rincones oscuros de ella. Silenciosos.

El hombre lo mejor que puede hacer ahí es acercarse con buena voluntad e intentar… la espalda silenciosa. Que levante la mano aquí el barón que no haya estado junto a una espalda silenciosa. ¿Qué ha pasado? Nada. ¿Qué ha ocurrido? Nada. ¿Qué he hecho? No, Nada. Y estás todo el rato dando vueltas… Qué fue, que hice, qué no hice. Se dió cuenta… ese cabello rubio en la solapa, ¿lo vió? ¿Qué fue? Y pasan años y años. Y un día te dice, oye gilipollas ¿te acuerdas aquel día? Pues pum pum pum.

M. – Me alegra mucho que la hayas escrito porque es una mujer que no es una sierva del amor. Es una mujer que comienza con una gran violencia fundacional que la hace despertarse a un mundo y tiene que hacer, como muchas de nosotras, toda una serie de negociaciones con el poder.

A. – Has tocado un punto muy interesante. Es que hay un punto débil de la mujer y por eso es tan fascinante la mujer como personaje. En mis novelas siempre salen esas mujeres y cada vez me interesan más. Por eso la mujer es tan justificable cuando es tan cruel, tan dura cuando es dura. Por eso la mujer es tan amarga. Pero al mismo tiempo ocurre que la mujer es prisionera de su útero también. Y de su corazón. Hay un vínculo útero, corazón muy importante que en el hombre no existe. El hombre para eso, es como para todo, sota caballo y rey. Mucho más elemental. En la mujer hay unas complejidades. La mujer más lucida del mundo, puede de pronto puede encoñarse y perder la capacidad de autodefensa y entregarse de una forma absolutamente suicida a un tipo habitualmente indigno de ella. Porque la conexión útero, cabeza y corazón la ha cortocircuitado. Es muy interesante ver como mujeres muy poderosas intelectualmente se ven en situaciones así. Y eso tu podrías…

M. – Tiene que ver con la vulnerabilidad. Hay un mito y hay una búsqueda del hombre con la invulnerabilidad, con lo que no le toca, con lo que siempre está cerrado, armado, fuerte… que nosotras no tenemos. No la tenemos. Y aún las mujeres que saben de guerra o que saben manejar puntos de rol… hay siempre un espacio abierto porque si no… somos puerta de vida. Si todo estuviera cerrado, sería el fin. Tiene que haber un espacio de vulnerabilidad.

 
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Publicado por en 15 julio, 2016 en Abstracto, Reverteando

 

Todos somos un poco de todos

El camarero dejó los dos vasos anchos y las dos tónicas encima la mesa entorno a la cual estaban los dos amigos. La plaza de Chueca estaba casi llena, con alguna calva entre las terrazas que ese verano, como todos, ocupaban la pequeña plaza.

– Vamos a echar la tónica ya que con este calor se van a derretir los hielos y con lo que cuestan aquí las copas…

– Sí, aunque por lo menos tienen tónica Schweppes.

Acto seguido derramaron el refresco en los vasos anchos hasta terminar de llenarlos. Uno de ellos sacó un cigarro y se lo encendió tras dar el primer trago del gin-tonic.

– Joder, ¡Qué bien!, esta copa tan fría me va a sentar mejor que un spa con masaje. Que agusto se está aquí y ahora.

En la plaza había ambiente. Gente joven que venía y se iba y gente que se sentaba a disfrutar de las últimas horas de ése viernes estivo. Los vasos se humedecían por fuera y parecían estar sudando también, aunque al cogerlos con la mano se agradecía esa humedad.

Después de dos tragos más a las copas y un silencio relajado que solo se suele dar entre amigos que tienen la suficiente asonancia, dos chicas de buena figura rompieron ese silencio que ellos, realmente, disfrutaban.

Pasaron por delante y se sentaron en la mesa de al lado. Las miradas de ellos se cruzaron y se sonrieron de manera cómplice.

– Bueno qué, ¿Las decimos algo?…

– Díselo tú, que yo soy el amigo tímido, ya lo sabes.

– ¿El amigo tímido? – Dijo mientras empezó a reírse.

– Qué más da, si total es por hablar un rato, con echar unas risas nos vale ¿no?

Volvió el silencio mientras uno de ellos cruzaba miradas con una de ellas. El otro, sacó un cigarro de la cajetilla y se lo quedó mirando, dándole vueltas. Con el ceño fruncido y gesto pensativo…

– Es curioso…

– ¿El qué es tan curioso?

– Esto de las mujeres. Hay mujeres que pasan por la vida de uno. Incluso mujeres de las que te enamoras. Que sientes amor de verdad. No se, a lo largo de una vida, ¿de cuántas mujeres te puedes enamorar?

– Ésa es buena. No lo sé, supongo que de verdad de verdad… no muchas.

– Hay algunas que pasan por tu vida sin apenas dejar señales, sin infligir lo más mínimo. Otras, las cuales podrían contarse con los dedos de una mano, que persisten y jamás se olvidan. Es como si estuvieran contigo cuando algo importante en tu vida ocurre. Aunque no sepas de ellas desde hace años.

– En realidad, forman parte de ti. Son parte de ti porque te cambiaron. Bueno, cambiaste con ellas. Por eso las sientes, porque son algo de ti. Eso creo.

– Quizá tengas razón. Al final todos somos un poco de todos… A menudo, estando sólo, uno puede estar o sentirse acompañado e incluso imaginar la conversación que tendría con ésa persona casi sin desviarse.

chueca-Madrid

 
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Publicado por en 10 mayo, 2016 en Abstracto, Amor, Narrativo