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Archivo de la categoría: Vivencias

No Love

El bar estaba lleno hasta la bandera. Un tropel de mujeres que estaban de despedida lo había acabado de abarrotar. Adrián salió a tomar el aire. No estaba tan borracho como la mayoría de la gente que había dentro y sentía demasiado agobio. En la calle en el mes de mayo se está muy bien, pensaba mientras se apoyaba en la pared del bar y miraba a la gente y respiraba tranquilo el aire fresco. Todavía estaban entrando chicas de la despedida al bar.

Con un falo no pequeño en la cabeza, concretamente en su gorro, salió la novia sola a fumar. Una pausa para separarse de todas las mujeres que ya estaban adentro, eso parecía requerir. Se acercó a Adrián y le ofreció un cigarrillo que el rechazo mientras se preguntaba la razón de ponerse pollas en la cabeza. Le parecía incluso obsceno. 

– ¿Qué tal? ¿Cómo va la despedida?

– Bien… – Respondió entre dientes mientras encendía el cigarro.

– Sois muchas… ¡Habéis llenado el bar!

Se conocían del barrio y Adrián había trabajado alguna vez con el chaval que se iba a casar con ella.

– Si, es una despedida de mucha gente…

– Oye no sabía que te casabas con el Gallego. ¡Enhorabuena!

– Si… Eso parece. – Dijo con un puto entre desdén e indiferencia.

– ¡Qué bien! ¡Me alegro mucho!

Después de las palabras de Adrián hubo un silencio incómodo. Ella dio una calada profunda y larga a su cigarro y expulsó el humo despacio.

– Me voy a casar, pero no estoy enamorada. – Sin pestañear. 

De nuevo el silencio. Adrián no sabía cómo mejorar el mutismo y siguió unos segundos más callado. Se había quedado perplejo ante esas palabras. Ella ni siquiera lo pronunció en tono melancólico, más bien, en un tono que sonaba a rutina. Parecía tener bastante claro lo que estaba diciendo. Aún así no podía dejar de mirar el gorro-polla que llevaba en la cabeza. Ahora le resultaba aún más sórdido.

– Pero… ¿Por qué te casas?

– Bueno, es así. La gente se casa, es lo que hay que hacer en la vida. – Respuesta automática, casi recitada de memoria. 

– Ya, pero… Si no estás enamorada, es fácil que no salga bien ¿No? – Hablaba Adrían reflexivo, casi para sí mismo.

– Bueno… Si tiene que acabar, pues acabará. – Seguía hablando de la misma manera. Tranquila y con todo aquello bien asumido.

De repente salieron dos chicas a buscar a la novia para que entrase al bar. Dos minutos más tarde, Adrián estaba caminando calle abajo dirección a su casa con una sensación extraña. Que dos reyes se casaran para mantener un imperio hace siglos, es un argumento de peso. Incluso que lo hagan familias de gente rica… por según qué intereses, podría tener cierto sentido. Es algo vacío, pero tiene explicación. Pero… ¿Dos pringaos? ¡Qué personas más tristes! Todo eso pensaba mientras llegaba al portal de su casa. De repente vino a su cabeza una imagen. Esos pobres animalitos, que ellos mismos se dirigen de manera ordenada y sumisa al matadero, convencidos de lo que están haciendo.

 
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Publicado por en 25 enero, 2021 en Amor, Narrativo, Vivencias

 

La biblioteca

Me paro en la ventana a observar las casas, el campo verde después de días de lluvia y entre las montañas se pierde la carretera hacia Madrid. Estoy en la habitación de la biblioteca, casera pero medianamente grande. Se encuentra ordenada y limpia. Al volver la mirada adentro está el escritorio y la silla de madera. Antiguas pero relucientes; como nuevas. Se respira tranquilo aquí dentro, entre los libros. Toda biblioteca, es para mi un lugar sagrado, tenga treinta o trescientos mil ejemplares. La primera estantería de la mía, está presidida por un ejemplar del Quijote de edición limitada en papel pergamino. El ejemplar número 1219. 

De las paredes cuelgan retratos de escritores del Siglo de Oro. Quevedo y Cervantes están ubicados junto a la entrada presidiendo, cosa que poco tiene que ver con la casualidad. Ellos y otros tantos fueron talentos literarios que escribiendo en nuestro idioma lo enriquecieron enormemente. Idioma que hoy hablamos quinientos millones de personas en todo el mundo y es patria cultural común. En la parte alta de las estanterías de madera hay algunos títulos enmarcados, cuadros y un par de regalos del día del padre. Me siento en la silla y respiro: Me encanta el olor de los libros. Estar rodeado por ellos me hace sentir bien. Desde el asiento del escritorio se puede ver también una estantería con fotos, cartas y otros escritos, recortes de periódico, varias colecciones de monedas y postales… 

Pero la mayor magia de este lugar esta entre los libros. No pierden nunca la memoria, se puede viajar a lugares que ya no existen y pasear virtualmente por ellos. Aprender a través de otros ojos y otra mirada y vivir cien mil vidas distintas. Cada libro es una ventana a un mundo nuevo que espera ser navegado. Incluso uno puede hacer cosas que jamás podría hacer en una vida normal como matar a alguien. Pero también por esos caminos uno puede ser amado o amar, experimentar la aventura, el dolor, la traición, la lealtad… A cualquier momento de la vida, bueno o amargo, no llega uno con la misma lucidez y capacidad interpretativa sin libros leídos para digerir y entender. Eso es lo más maravilloso de la literatura: el poder multiplicar tú vida para hacerla más ancha y deliciosa.

Novela de todo género y época; de lo más clásico y popular a novelas actuales de algún colega un poquito menos conocidas. Relato, cómic, ensayo de cualquier tipo; desde tratados de medicina hasta filosofía clásica, poesía por supuesto en abundancia, cierta variedad de literatura extranjera original, especialmente en ingles, incluida Enciclopedia Británica de más de treinta tomos. A golpe de vista un volumen de la decimonovena edición de la RAE… Cada ejemplar conserva su dignidad en el lugar apropiado. De eso se trataba cuando exploré, limpié y restauré cuidadosamente todo cuanto había aquí dentro. Un sitio inanimado que con el simple gesto de abrir la tripa de un libro por sus páginas iniciales empieza a cobrar vida. Por todo esto y mucho más, una biblioteca propia es siempre un lugar mágico. Una suerte de pasadizo atemporal repleto de puertas a rincones propios y ajenos si uno sabe ser elegido por el libro adecuado en el momento preciso. La sal de la tierra.

esquina

 
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Publicado por en 13 mayo, 2020 en Narrativo, Vivencias

 

Disney no ayuda al buen vivir

Hace menos de año que mi prima estuvo en México por varios meses y después volvió a España. Al poco tiempo hubo una comida familiar. Ella nos contaba que estando allí había estado mala, necesitando hospitalización y tratamiento. El caso es que no le recibía el especialista sí no le abonaba antes la visita. El seguro, que era de los mejores el que ella había contratado, les pagaba tarde y mal y los especialistas se negaron. No podía moverse de la cama y su compañera tuvo que coger su tarjeta de crédito, darle su código PIN, bajar a sacar la tela y pagar. El dinero por delante, sino ni médico ni medicinas ni nada. Porque con las medicinas le pasó lo mismo y tuvo que gastarse unos 300 euros. Otro persona, que estaba comiendo con nosotros dijo: “No me lo creo, eso es imposible.” Dicho completamente convencido. “¿Si no tienes dinero cómo te van a dejar morir? Eso es imposible.” Pero sí. No te atienden, no te dan medicina. Y si te mueres, te has muerto. Sencillamente así.

Y es que, como le decíamos, es lo normal. Nadie grita allí por eso “¡Qué horror!” “¡Qué injusticia!” “¡No se puede permitir!” “¿Cómo ocurre esto?” En la mayor parte del mundo pasa eso cada día y es asumido sin mayor trascendencia. Por supuesto no pienso que este bien, pero es una realidad aunque suceda a nuestra espalda. En determinadas ocasiones lo he visto personalmente. Viajar no sólo sirve para ver lugares bonitos: estar en ciertas partes del mundo te permite observar, si te preguntas lo indicado y te mezclas con los locales, como vive la gente de verdad. Es decir, que es la normalidad de la mayoría de la gente de este planeta. Y es que, amigos, nosotros no vivimos como esa mayoría. Eso no es un problema: el problema es que no tenemos consciencia y presente de ello. El norte de América, gran parte de Europa, la esquina donde está Japón, Australia y algún rincón más. Juntos son un porcentaje pequeño de países y de población en el total.

Hace poco el presidente de un país centroafricano, decía que no sabían si tenían muchos o pocos infectados o muertos. No tienen medios para curar ni para hacer test. El que viva vivirá y el que muera por coronavirus morirá como otro cualquiera. Este tipo de situaciones no es algo nuevo allí. Es el día a día. Sólo cuando se ha dado en el primer mundo es, digamos, un problema oficial y tenemos la ilusión de que hemos descubierto que existe la muerte tras la esquina cuando siempre estuvo ahí. Hable el otro día con una persona que vive en Ecuador. Me comentó que según llegó el coronavirus allí la ministra de sanidad dimitió de facto. Que están encontrando cadáveres en las casas y en las calles. No hay ninguna asignación presupuestaria para este tema. Una pequeña muestra: “Guayaquil” en google, servirá de ejemplo.

Estudiando el desequilibrio cognitivo, aprendes que para que algo mute, cambie o evolucione, es necesario una inestabilidad dentro de la área de desarrollo próximo. Los coach chupis modernos lo llaman en otros contextos; salir de la zona de confort, para provocar esa inestabilidad. Confort es una palabra que puede definir los lugares desarrolladas que comentaba arriba, el primer mundo, del cual formamos parte. Creo que justo eso nos ha distanciado de la realidad de la vida: olvidar su fragilidad inmutable. Mientras vivíamos calentitos y seguros, parafraseando a Pérez-Reverte, en un Disney de diseño, estábamos olvidando las reglas de vida. Donde toda brizna de realidad poco bonita vive a la sombra en una cultura del producir y consumir de manera rápida, feroz y sin sentido en todo ámbito vital, robándonos los espacios que debemos darnos para estar en el sentir y el vivir.

Nuestra propia estabilidad gracias a la evolución técnica, que por cierto es una maravilla y nos alarga y facilita la vida, nos ha alejado y nos ha dejado indefensos. Quizá es la razón de que mucha gente está ahora perpleja ante la situación o no sea capaz de entender su alcance y analizarla con perspectiva. Porque en nuestro Disney, acurrucaditos, hemos olvidado la realidad: que existe el dolor inevitable, la muerte, el desastre, como un proceso más y totalmente natural de la vida. Perdiendo así las herramientas para afrontarlo con lucidez y llaneza. Ya que este sentimiento o estremecimiento que recorre especialmente la parte desarrollada del planeta, nos ha hecho, de golpe y sin vaselina, saludar la realidad. Una realidad que ahora cuesta enfrentar. También podría explicar esto el caso del primer ministro de Reino Unido que seguía dando la mano en hospitales orgulloso de ello hace semanas, en plan ¿Cómo va a pasar algo malo aquí? ¿Cómo va a ocurrir un desastre? ¿Estamos locos o qué? ¡Sólo es una gripe! Ayer ingresó en la UCI. Ese distanciamiento, esa sociedad menor de edad, no nos ayuda a vivir y a morir con dignidad. Mucho menos, a entender que hacemos aquí.

Llegados a este punto, creo que se van evidenciado cosas. Una muy importante es que el sistema de salud pública, la ciencia y la investigación son prioridad. Que hay que dotarlos de los máximos medios. Otra es que vivimos en Disney, pero sobre todas las cosas queremos seguir viviendo ahí. Ciegamente y pese a todo seguimos confiando en Disney, creyendo que en una situación realmente prolongada todo va a seguir funcionando chupi. La sociedad que se niega a madurar… no se si es por miedo, por dinámicas de sociedad acomodada o porque no sabemos hacerlo de otra manera. Aunque si esto es lo bastante agónico y pudiera serlo, lo estúpido y superfluo acabará, espero, cayendo por su propio peso. No puedo dejar de pensar en mi ya ex compañero de piso. Me decía hace dos semanas que había que ser positivos y que esperaba que en unas semanas terminase todo. No le dije lo que pensaba por respeto y porque yo a veces soy lo que el estaba siendo en ese momento: estúpido e incauto. Decir que eso es ser positivo es desvirtuar el lenguaje. Prefería seguir engañándose en Disney a mirar a la realidad. Y eso es bastante peligroso porque la realidad siempre llega. Por eso es tan importante la educación: cuando se educa a los niños en esa burbuja, les quitamos los mecanismos defensivos que son necesarios para afrontar y entender las realidades que la vida tarde o temprano les pondrá.

Otro tema que reflexiono estos días es nuestra condición de seres gregarios. Necesitamos de la sociedad; necesitamos un médico que nos cure, un mecánico para que nos arregle el coche o al personal de limpieza o distribución de alimentos etc. En nuestra burbuja de felicidad de plástico y pose, hemos aumentado el punto imbécil y egocentrista. Esas redes solidarias que nuestros abuelos tenían para sostenerse ha disminuido, especialmente en ciudades. Nuestro curriculum y foto de perfil a engordado pero lo sustancial se ha difuminado. Hemos pervertido la escala de valores de nuestra condición. Ahora reflexionamos sobre la importancia de la sanidad, de los camioneros y sus suministros etc. La importancia de estar cerca y poder tocar, besar y abrazar a nuestros seres queridos o podernos despedir de ellos. Una vida sana es y será alrededor de esto; no está en otro lugar. Algunas de estas cosas habían caído en el olvido. No es una cuestión de vivir en el paleolítico, es un ejercicio de vivir en equilibrio y conciencia con nuestra propia naturaleza.

Para terminar positivo, cuento algo que viví sobre ese sentido de solidaridad. En Ecuador justo ahora hace tres años de ese viaje, al no ser un país grande el plan era atravesarlo con un coche. Nosotros íbamos hacia Guayaquil para bajar a las playas. Hay sólo una o dos carreteras que cruzan, debido a la orografía. Si a mitad de camino quieres ir por otro lado, igual tienes que invertir diez horas más en dar la vuelta. Hizo viento y llovió a muerte los días anteriores con movimiento sísmico incluido (un día más en Ecuador). Se nos iba complicando la carretera. Fuimos por tramos donde se había quedado un autobús por el desprendimiento de más de la mitad de la calzada. El temporal las había reventado. Se veían auténticos despeñaderos con mucho peligro de desprendimiento. Daban bastante miedo ir con el coche. Atravesamos varios con cuidado pero llegamos a uno que nos bajamos del coche. En una curva, un río había desbordado y bajaba el agua a con mucha fuerza cruzando la carretera. Dar la vuelta y diez horas más era inviable; se iba a hacer de noche. Pasaban 4×4 despacio y las motos. Meternos con un pequeño chevrolet no nos convencia. Pasó un rato y no habíamos conseguido decidir. En eso llegó un chaval con su chica, los dos en la moto. Se bajó y habló con nosotros. Paso con la moto varias veces hasta encontrar las zonas más altas para pasar con el coche detrás. Con un solo conductor, lo vaciamos para quitarle peso y elevar la suspensión. Yo pase el río colgado en una camioneta con las mochilas encima. Nos escoltó y nos ayudó a colocar piedras en otras zonas embarradas etc. Estuvo acompañándonos un par de horas largas. Si no es por él no se como se nos hubiera dado, pero como dicen allí, creo que la hubiéramos pasado bastante peor. Al final para agradecérselo les invitamos a una cerveza porque nos hizo un favor enorme y pudimos charlar un rato. Nos contó sus planes de vida y nos aconsejo sobre los peligros en Guayaquil y la zona de playas. La vida allí transcurre distinta.

Esto me hizo pensar y sobre todo sentirme bien. Allí, debido a que no hay tanto desarrollo y la posibilidad de desastre es más evidente necesitan esa solidaridad compartida. Ayudar y que te ayuden es el pan de cada día. Tienen presente la naturaleza del asunto: que se necesitan, que necesitan esa red de solidaridad. Recibirla y ser parte de ello me ayudó a ser más consciente. Quizá, en parte, estamos en eso ahora en el mundo “desarrollado”. Reaprender a valorar lo central de la vida. Y también volvernos a recordar que todo, incluido este coronavirus, tiene un final.

 
 

Camping Peregrino

Ayer estaba organizando cosas cuando dí con varios papeles y tarjetas de visita que uno va guardando en un cajón cuando ya la cartera le va a estallar. Billetes de avión o tren, tickets de todo tipo y alguna tarjeta de algún restaurante o bar donde he comido bien. Siempre me gusta guardarlas para recomendar o acordarme más tarde, incluso ahora con Google Maps dónde tengo todo guardado. Es práctico, pero nada como encontrarte el cartón o el papel pasado un tiempo. Incluso una servilleta escrita en Italiano con la palabra “cazzo”. Hay cosas donde la tecnología nunca se acercará, por fortuna.

El caso es que dí con una tarjeta que me guardé el pasado verano, en la penúltima parada del camino de Santiago, donde finalmente no afrontaría mi última etapa. Pero voy a empezar por el principio.

No era el tramo más duro, ya que el día anterior había hecho la rompepiernas. Me quedaban dos kilómetros para llegar al camping y el dolor en mi rodilla derecha no paraba de agudizarse. Decidí entonces parar para hacer un clásico: Cerveza y pulpo. Terminado el festín baje hasta llegar a mi destino de aquella tarde.

Al llegar, Manuela me atendió como si fuera su hijo, tónica que se repetiría durante toda mi estancia allí. El camping era modesto pero más que suficiente. Campañas de cuatro personas. Hable un poco con mis compañeros de esa noche, dos chicas de mi edad y su tío, el cual me amenizó la madrugada con sus ronquidos; otro clásico del camino. Cómo Manuela me prometió, las duchas era lo mejor que tenían, así que me entretuve duchándome antes de salir a tomar más cerveza y picar algo. Dentro del camping claro, en su pequeño puesto, porque mi rodilla cada vez estaba peor.

Me acerqué y pedí pizzas y cerveza. Había ambientillo y entre tanto conocí a mi nuevo compadre sevillano; Sebastian. Charlamos y bebimos. Seguimos bebiendo. Cerveza, claro. Comentamos un poco como nos estaba yendo el camino y entre tanto me ponía hielo en la rodilla. En esto, llegó otro grupo de gente que sorprendentemente estaban bastante más borrachos que nosotros.

Siempre hay alguien que lo hace mejor que tú. Venían de cenar, decían. Se sentaron con nosotros y su cuenta empezó a engordar. Fue bastante divertido, mi nuevo colega y yo nos mirábamos a veces incrédulos. Pasadas cuatro o cinco rondas de cubatas, se fueron a la tienda como pudieron, literalmente. Nos quedamos el compadre sevillano y otro valenciano que entró con el famoso grupo. Aún aguantaba el tipo y nos contó la que habían preparado en el restaurante.

Eran más de las doce de la noche y decidimos irnos a nuestra tienda. A esas alturas ya no podía ni doblar la pierna. Mañana estará bien, pensé, mientras el sueño se apoderaba de mí.

Después de atusar a mi compañero para que dejara de roncar un par de veces, salió el sol en Pedrouzo. Espere a que ellos se fueran para operar más cómodo. Incluso me duche con agua caliente, estiré las piernas y me puse crema en la rodilla. Le dí los buenos días a Manuela, mientras su marido hacia cuentas en el bar del camping y me saludaba. Un café con leche y lo que tengas para comer. ¿Me puedo sentar a desayunar contigo, hijo? ¿Cómo está tu rodilla? Con ese acento gallego que a mi me suena tan bien. Le comenté que mal, pero que lo tenía que intentar, total era el último día. Le pregunté por el negocio, ya que no era un camping al uso y se veía todo muy nuevo. En un terreno grande habían plantado tiendas de campaña, un barracón para los baños, una piscina portátil grande, unas mesas y un bar rollo truck food donde daban cerveza, café y comida.

La verdad que fue el desayuno más agradable de toda mi semana de vacaciones. Me habló que ella trabajaba de funcionaria y que era su mes de vacaciones. Que algo de dinero que tenían lo habían metido ahí porque su marido ahora no estaba trabajando. De vez en cuando su hijo les echaba una mano. Se les veía gente trabajadora y afanada.

Creo bastante difícil estar con gente más atenta y amable, la verdad sea dicha y escrita. Entre tanto nos despedimos y yo les regale un saco que había traído ya que no lo iba a utilizar más y así me quitaba un poco de mochila. Nos despedimos cruzandonos palabras bonitas y prometiendo que volvería, promesa está que aún debo pero no olvido.

Aproximadamente anduve doscientos metros pero tardé una barbaridad. Quería acabar en Santiago por mis propios medios pero era imposible. Mi pierna derecha estaba rígida, la cadera se me iba a cargar al hacer contrapeso… No tenía sentido. Me dolió en el alma pero me tuve que volver. Parece una tontería pero cuando estás haciendo el camino y darte cuenta que no lo vas a poder terminar es bien jodido. Así lo fue para mi que casi me arranco a llorar.

¿No pudiste verdad hijo? Si es que no puedes andar. La verdad que no Manuela. Llamó por teléfono, preguntó al marido, todo lo que hizo falta. Al final me dió varias opciones, y decidí ir en taxi, no quería mover un dedo más. Charlamos otro rato y me invitó a otro café. No me dejó pagarle, mejor dicho. Al cabo de un rato llegó el taxi y me disponía a irme. En eso que Manuela se acercó y nos volvimos a despedir dándonos dos besos por la ventanilla. ¡A este me le cuidas bien eh!, le decía al taxista mientras arrancaba. Mentiría si no digo que casi vuelvo a romper a llorar.

Entre decepción de no poder acabar el camino y el irme de allí y encima en taxi… Intente reciclarme y antes de llegar a Santiago ya estaba de mejor humor. Era inevitable pensar en no haber podido terminar, pero me quedaba con la suerte de haber estado en aquel camping, haber conocido a Sebastián, con el que luego comí en Santiago y el negocio de Manuela y su familia. Estar sólo, fuera de casa, teniendo algún pequeño percance y sentirte igual de abrazado, es muy grande.

 
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Publicado por en 26 marzo, 2020 en Narrativo, Reseñas, Viaje, Vivencias

 

¿Todo (virus) tiene algo bueno?

Dejando claro que soy amigo del refranero español, hay algunos dichos que desde luego no hay por donde cogerlos. Decir que todo tiene algo bueno, es decir mucho.

Esta tarde hablaba con una buena amiga que vive en Florencia. Es sabido el número de infectados por coronavirus allí y como crece de manera exponencial. Cada vez el gobierno Italiano está tomando más medidas para intentar disminuir la propagación, incluso a última hora de hoy anunció el “aislamiento total del país”. La verdad, no sé lo que significa esto exactamente pero no suena especialmente bien. Pararlo parece realmente difícil ya que lo que más está sorprendiendo a los sanitarios es la rápida y fácil propagación.

Supongo, por como es la evolución, que en España antes o después seguiremos los mismos pasos que Italia, cierre de bares, museos etc, suspensión de actos públicos, clases y todo tipo de medidas más o menos eficaces. Porque realmente más que evitar la propagación, supongo que se intentará retrasar el proceso que por otro lado es casi inevitable.

Porque, más que evitar una propagación casi inevitable llegados a estas alturas, sospecho que lo que se querrá evitar es la histeria colectiva para que no se saturen hospitales, centros médicos o incluso tiendas. Tiene gracia, evitar la histeria en una sociedad ya histérica. Pero tarde o temprano pasará. La histeria, el coronavirus y todo. Supongo y espero. Quizá podrían haber tomado medidas antes, el gobierno italiano, español, el chino y todos ellos. Pero parece más bien un tarde, mal y nunca.

No tiene buena pinta lo que viene, desde luego y más sabiendo lo poderoso y peligroso que es el miedo en determinadas circunstancias y masas. No hay que ser alarmistas, pero sí realistas, cosa difícil en una sociedad que vive entre algodones y donde por suerte o por desgracia a veces nuestra mayor preocupación es el rayón que le hicieron al coche nuevo. 

Pero como me decía hace un momento mi querida amiga, ver la plaza de la catedral de Florencia o el casco antiguo vacío de las turbas de turistas que todo tornan ordinario y que van arrasando a su paso, es algo demasiado bello. Incluso, cito textual “poder volver a disfrutar la dimensión real de mi ciudad, ser libres de caminar naso in su (nariz arriba, así decimos nosotros) sin tener miedo de tropezar con alguien y poder descubrir incluso un museo que nunca antes había visto”. Y la verdad que poder pasear por muchas ciudades de Italia, que bien conozco, vacío de gente, debe ser una delicia. Quizá sea de las pocas cosas buenas.

 
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Publicado por en 9 marzo, 2020 en Narrativo, Vivencias

 

¿Dónde miras tu?

Cuando uno ha vivido lo suficiente, en tiempo y experiencias y es capaz de sentarse a observar silencioso y de manera profunda a la gente, descubre información interesante. Interesante sobre los demás y sobre uno mismo, porque en lo elemental, somos todos la misma cosa. Es decir, nuestra naturaleza nos iguala en lo básico y fundamental y eso hace que mirando a otros encontremos respuestas que nos sirvan. Afirmar que hay dos tipos de personas es obviamente reducir la realidad a una caricatura pero es cierto que en esta ocasión puede ayudar de manera general a entender la idea que quiero explicar.

Imaginemos que alguien hace unas vacaciones maravillosas por la Costa Oeste de los Estados Unidos durante un par de semanas, o por el sudeste asiático, o por cualquier ruta estupenda. Imaginemos que durante ese viaje, una de las personas que lo hace retransmite por sus redes sociales cada momento que vive del viaje. Me refiero a un nivel de exposición medio alto. No es difícil imaginar, porque mucha gente lo hace en estos momentos, especialmente por Instagram. Ahora pensemos en esa misma persona, que disfruta igual del viaje haciendo sus fotografías por supuesto, pero sin retransmitir su viaje. ¿Cúal podría ser la diferencia? ¿Mucha o poca? La verdad que no tengo una respuesta concreta, solo una reflexión.

Es evidente que la parte social que existe en todos nosotros es un instinto fuerte y la necesidad de formar parte de un colectivo nos lleva en algunas ocasiones a lugares donde quizá no nos sintamos plenamente identificados individualmente pero al menos si disminuimos esa necesidad de pertenencia que nos hace sentirnos solos. Para darse cuenta de esto, hay que tener un mínimo de nivel de conciencia y una manera poco estrecha de interpretar la realidad. 

Pienso que todo esto juega un papel fundamental en el ejemplo que ponía arriba sobre la misma persona y distintos comportamientos “sociales” durante un determinado viaje. Sociales entre comillas porque digamos que ese “yo” es un yo virtual similar al yo social, pero aún más alejado de la realidad tangible. Un yo al más puro estilo Black Mirror, que como poco, da un pelín de aprensión. 

Procuro, por higiene mental, no juzgar a la gente, casi mejor es entender. La observación nos da claves interpretativas. Al hacerlo, en el ejemplo del viaje, pienso que la persona que está continuamente exponiéndose, está mirando más hacia afuera que hacia adentro. Es decir, está mirando más la reacción del entorno y lo que es ella para los agentes externos, que mirando hacia su misma persona, sus propias afinidades y asimilando la vivencia con presente. No digo que sea un problema conductual: de hacer algo, sino de porque hago o no determinadas cosas. El origen de mis acciones.

Quizá sea por eso la reiteración al etiquetar y entender la vida a través de rótulos externos que nos quitan la posibilidad de profundizarnos y entendernos dejándonos tristes conceptos. Robandonos así la oportunidad de construirlos nosotros mirando hacia adentro, algo que sospecho potencialmente peligroso para la buena vida de uno. Lo sabían ya en la época griega, que todo, desde el enemigo más furibundo al aliado más amable e importante lo llevamos adentro. Por eso merece la pena mirar siempre más hacia adentro de uno mismo y adentrarse en las inmensidades del ser completo y complejo que cada uno de nosotros somos y buscar nuestra verdad. Creo que es ahí donde esta la libertad. 

 
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Publicado por en 19 julio, 2019 en Abstracto, Vivencias

 

Excursión a Chernóbil

Este Abril estuve en Kiev durante tres días. Es una ciudad bonita para visitar, donde se puede disfrutar mucho de diferentes cosas. Cómo tenía tiempo suficiente y ya conocía la ciudad, aunque no me canso de ella y volveré seguro, decidí esta vez reservar un día para ir a Chernóbil.

Cuando lo comenté, la gente me decían, ¿Dónde vas? ¡Ten cuidado! Y la verdad que me lo pensé porque no sabía hasta qué punto era peligroso para la salud. Estuve investigando y al final me decidí. Me llamaba demasiado la atención y habiendo varias empresas que lo ofrecían, no podía ser tan peligroso, sobre todo si sigues las indicaciones. Reserve el tour una semana antes de ir, ya que tienen que preparar alguna documentación.

Salimos pronto desde Kiev. Teníamos un par de horas hasta el área de exclusión. Durante el viaje en bus nos pusieron un documental sobre el accidente. En YouTube hay varios, incluido este, y yo recomendaría verlos antes. Personalmente toda la historia de la URSS me llama mucho la atención y este es un pequeño episodio dentro de todo aquello. Con algunas sospechas sobre cierto secretismo y pequeñas diferencias en cuanto a la «versión oficial». No dista mucho de toda la aventura de la propia URSS.

Al llegar a la zona de exclusión, un área de unos 30 km, hay un control de pasaportes y con la documentación que te da la agencia con la que contratas el tour íbamos accediendo muy despacio. Parecía que estábamos entrando en otro país. Una vez hecho esto, subimos al bus y después de un ratito llegamos al pueblo de Chernóbil. Hicimos varias paradas, en la entrada, por el pueblo y los alrededores. Sobre todo había placas en recuerdo etc. Para mi la parte menos emocionante aunque para empezar, es bien. Recuerdo que en el pueblo aún tienen una estatua de Lenin. De hecho la central llevaba su nombre: central nuclear Vladímir Ilich Lenin. Después del accidente, evacuaron a la gente, pero años después algunas familias han vuelto allí. Ahora hay como unas 500 personas, gente mayor sobre todo que quería vivir y morir en lo que sienten su hogar.

Tras esto, carretera hacia el norte nos íbamos acercando a la central. De camino fuimos a una zona soviética, en su día secreta: Duga-3. Un área bajo control militar donde hay una gran antena o no se como llamarlo, que la utilizarían para diferentes pruebas etc. Hay algunas teorías conspiratorias, pero como siempre pasa en estos casos. La verdad que ver el mamotreto y los alrededores es cuanto menos curioso.

Seguimos acercándonos después de ver Duga-3. La central siguió funcionando hasta hace unos años pese al accidente. Aún quedan muchos operarios trabajando para labores de mantenimiento etc. Tengo que reconocer que tiene su puntito ver el mega sarcófago que han hecho y acercarse al reactor número cuatro. Por una lado por el hecho de estar ahí cerca justo donde fue el accidente y por otro el ver la pedazo de obra de ingeniería que es ese sarcófago de contención. Investigad un poco porque vais a alucinar, sobre la construcción, la instalación y el precio.

Tras las fotos de rigor, nos fuimos a comer. ¡Sí!, comimos en la central. En un comedor que parecía el del cole, comimos Borsch, la típica sopa ucraniana (me encanta) y luego algo de carne con una especie de puré de patatas. Me sorprendió un poco el comer allí, pero luego entendí que no es la cercanía o lejanía solamente al reactor donde está el peligro, sino lo contaminado que esté ese área por la dirección de la explosión, del aire etc. Después de comer empieza lo más interesante.

Nos subimos al bus justo al lado del reactor paramos en una especie de cruce de caminos donde había una estatua memorial. Justo ahí la guía nos enseñó un bosque que quedaba a nuestras espaldas donde había carteles de peligro etc. Nos acercamos y puso el medidor de radiactividad en el suelo. Se disparó, pero se acercó unos pasos más y aún subía más. Ni siquiera sin entrar en el bosquecillo. Se ve que en esa dirección cayó la nube tóxica y era uno de los varios puntos calientes. Hay otro, en el pueblo de Pripyat, que visitamos a continuación que, aunque ahora menos, en su momento, estar metido allí en uno de esos puntos durante diez minutos era mortal.

Continuamos el camino y rápido llegamos a Pripyat. Era una ciudad soviética modelo que vivía de la central. Súper moderna y con la estética comunista habitual, propaganda incluida. Interesante visitar esa ciudad fantasma. El colegio, las casas, la plaza central, el palacio de cultura, el parque de atracciones, la piscina, hoteles, el puerto, el cine etc. En el parque de atracciones habían algunos puntos calientes donde subía el marcador de radiactividad que daba gusto verlo. Estuvimos casi un par de horas por allí paseando. Sobre esto, lo mejor es ver las fotos, aunque es cierto que no hice demasiadas. Aquí abajo pongo unas pocas para que también os hagáis una idea de la excursión. Sobre esta ciudad, informaros antes de el tema de los liquidadores. A mi fue lo que más me gustó, poder caminar por e imaginar como era la vida allí.

Como resumen, os recomiendo ir, ¡Claro! Creo que es una experiencia que es única, evidentemente dentro de su categoría, sabiendo el tipo de visita que es. Me parece curioso (por momentos inquietante) poder pasar un día por allí. Hay varias opciones de tour. Todas salen desde la capital y no son excesivamente caras aunque eso lo valora cada uno. Si lo comparamos con lo que vale comer o coger el metro es muy caro ya que por pocos céntimos tenemos un sencillo de metro en una ciudad tan increíble como es la capital Ucraniana. Si tenéis dudas o queréis preguntar algo sobre la excursión o tours en español en Kiev etc, tuiter @fisherwriter o dejando un comentario aquí os escribo al correo. Yo Chernóbil lo hice en ingles pero algunos días lo hacen en castellano.

 
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Publicado por en 31 mayo, 2019 en Viaje, Vivencias

 

Una historia real del ISIS

La vejiga llena le hizo levantarse. El sol comenzaba a iluminar un día más en Lesbos. Al salir de la habitación para ir al barracón donde estaban los baños lo vio. Sentado, con mirada ausente. En aquel campo de refugiados había visto de todo: seres queridos perdidos por el camino, niños con cuerpos quemados, jóvenes y esposas objeto de trueque sexual para atravesar pasos o fronteras… la historia de aquel músico iraquí la tenía especialmente reciente.

La ideología de ISIS va en contra de cualquier expresión artística. Cada vez era más peligroso permanecer en su país, donde había triunfado como músico y acumulado algunos coches en su mansión. Nadie le había regalado nada. Las amenazas eran cada vez mayores y varios conocidos habían tenido serios problemas. No tenía ninguna pinta de mejorar, más bien lo contrario y decidió así emprender su huida. Visto el clima, se podría decir que no tenía otra opción.

Logró zafarse de los controles que el grupo terrorista tenía dispuestos en el territorio bajo su influencia. Lo hizo comprando un coche funerario. Él, dentro del ataúd, tapiado con clavos. Su hermano, conduciendo. Cuarenta y ocho horas en la caja. Fue así cómo cruzó la frontera de Siria.

Dejando toda su familia en Irak, el viaje en barca fue dirigido por una mafia cualquiera. De las que proliferan donde hay necesidad y gente sin escrúpulos. No fue, como nada de aquella empresa, especialmente económico. Tenía la suerte de poder pagarlo y la desgracia de tener que hacerlo. Logró así atravesar el mar para llegar al campo de refugiados de Kara Tepe tras un largo trayecto .

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Por dudosa fortuna no había tenido que entregar su teléfono móvil como pago durante el largo y penoso viaje lleno de trampas y caminos falsos. La mayor parte de sus compañeros lo tuvieron que hacer en algún momento. Algunos ni así lograron finalizar el camino. Fue con su teléfono cómo descubrió el destino de su familia. ISIS les había matado, pero no fue eso lo peor. Habían tenido un gesto con él al enterarse de su huida. Le grabaron un vídeo degollando a su mujer y se lo habían enviado.

Seguía observando al músico desde la puerta del barracón del baño. La tarde anterior, se enteró de que había intentado suicidarse en varias ocasiones y se acercó a él. Le contó entonces esta historia. Otra más. Él no quiso, porque no quería ni podía ver aquel vídeo pero el joven iraquí lo había visto dos veces. Cuando le contó todo esto, no lo hizo con dolor. Quizá no le dolía porque ya estaba destruido. Aún vivo, estaba muerto.

Intentó entonces hacer algunos ejercicios de relajación para ayudarle. El músico los hizo dejándose llevar por una inercia que daba miedo. Después se lo agradeció desde su ausencia vital. Tal vez había retrasado un poco otro intento de suicidio. ¿En el fondo era lo mejor? Cuando tu suerte se determina así y ya no tienes más cartas que jugar, poner final es el único descanso. Hay ciertos peones en el ajedrez de la vida que ya se saben aniquilados antes de poder hacer nada.

El no lo vería, ya que ese medio día volvía a España. Necesitaba desaparecer al menos unos meses de aquella realidad para poder volver como voluntario. La arcada llegaba esta vez muy honda. La implicación estaba teniendo un coste que empezaba a inhabilitarle para seguir ayudando en unas condiciones razonables.

Mientras entraba al baño, el cual había sido el suyo durante meses, se preguntaba cuáles eran los azares de la vida que hacían que mientras algunos seres despreciables viviesen entre lujos, muriendo de viejos en la cama y con una estatua en la plaza de su ciudad, otros muchos morían pronto, mal y en silencio. Posiblemente no eran azares pensó para sí. Por eso debía marcharse durante un tiempo. Para poder volver a creer en algo y poder continuar más adelante. A esas alturas aquel lugar le había despojado de cualquier fe en el ser humano.

 
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Publicado por en 17 mayo, 2019 en Narrativo, Politica, Vivencias

 

Viajar solo

La primera vez que viajé solo lo hice porque celebraba algo: me acababan de echar de un trabajo. Era el mes de Mayo. Después de unos días desubicado, sin tenerlo muy claro, compré un vuelo barato de ida y vuelta a Marrakech. Aún recuerdo la sensación de susto en Barajas antes de entrar al avión y los primeros momentos por allí. Incluso me preguntaba ¿Quién me manda meterme en esto con lo tranquilo que estaría en mi casa? Una semana más tarde la pregunta había cambiado: ¿Por qué no lo hice antes?.

Ahora es una cosa la cual procuro que no pase demasiado tiempo sin hacer. También lo hago con gente, por supuesto, pero el viaje es diferente cuando uno va acompañado. Ojo, no digo mejor o peor, pero sí distinto. Viajar con familia, pareja o amigos es divertidisimo y obviamente lo hago también siempre que puedo.

Hay personas que no lo entienden muy bien. Me han llegado a preguntar si es que no tenía con quien irme y claro ahí te ries, dándote cuenta que no entienden el significado de un viaje solo. Porque realmente si buscas soledad, algo necesario para todos, la encuentras, pero en los hostel, airbnb,  en ciertos hospedajes o actividades, no sueles estar sólo si no quieres, más bien al revés.

Hay gente que tiene ese lugar que sueña con visitar pero por una razón u otra no encontró con quien hacerlo y lo fue posponiendo. Yo les acabo preguntando si no se animaron a hacerlo por ellos mismos, sin depender de nadie. Al fin y al cabo si quieres hacer algo de verdad, quizá encontraras compañeros por el camino que también lo hagan con la misma pasión. Ahí quedan pensativos pero sobre todo dubitativos.

Conozco a poca gente que se haya animado y al volver cuente una experiencia especialmente negativa o traumática. Los que no lo hicieron, creo que es por miedo, porque a la mayor parte le suele atrae la idea en principio. Lo que pasa que si no somos capaces de arrancar y darle espacio y oportunidad a la experiencia, jamás se disipará ese miedo que es realmente inútil y absurdo. Además, cuando lo haces te das cuenta del millón de cosas que te estabas perdiendo.

Cada uno tiene sus miedos o razones y nadie está obligado a hacer algo que no quiere. Se puede llegar a pensar que nos puede pasar algo malo o peligroso, que nos costará entendernos o manejarnos, que comeremos o cenaremos solos, que nos aburriremos o que nos costará demasiado conocer gente. ¡Qué va! Nada es tan terrible. Hay peligros o riesgos en todo, pero no deben aumentan por estar solo, al menos exponencialmente. Es más, la gente cuando vas solo, tiende a ayudarte más, lo puedo prometer. En cualquier caso, uno debe saber y documentarse sobre donde va adecuadamente y tomar las precauciones que estime. Pero para dar el paso, lo mejor es comprar un vuelo e irse sin pensarlo tanto, al menos por unos días. No hace falta que sea lejos.

Viviras una de las experiencias más bonitas que uno puede tener en la vida, conocerás gente increíble, harás en cada momento lo que te apetezca, se generarán oportunidades para conocerte más a ti mismo y volverás de cada viaje un poco distinto. Sacaras la mejor versión de ti para encajar en las situaciones y con las personas y eso te hará sentir mejor persona, porque… ¡Lo estas siendo! Siempre pienso que a un viaje largo, que emprendes solo, se va una persona y vuelve otra. No es que cambies radicalmente, ni tampoco tu esencia, pero vuelves con aprendizajes que en cierta manera te transforman. Es decir, te marcan. Creo que nos hacen mejores, más tolerantes y respetuosos con la gente distinta y también con nosotros mismos. Viajar es el remedio mejor para la estrechez de mente, los prejuicios y la intolerancia. Viajar sana el cerebro y te permite entender las vidas y la vida.

Lo normal antes de irse solo, y yo llevo tiempo haciéndolo, son los nervios. En los primeros viajes más ligados al desconocimiento, ¿Cómo me irá?. Con el tiempo y la experiencia, los días previos uno tiene unos nervios como cuando es un crío y llega un momento muy esperado, como los reyes magos. ¡Esa emoción de antes del viaje es tan buena y energética!

El viaje además empieza antes de la fecha. Justo cuando compras el pasaje. Cuando comienzas a organizarlo y prepararlo, los días que te quedaras en uno u otro sitio y las actividades que pretendes llevar a cabo. Preparar el viaje y empezar a trazarlo, como un proyecto personal que tu haces a tu medida, solamente para ti. Por eso la preparación debe ser tan importante y mimada como el viaje. Luego puedes modificarlo… ¡No tienes que consultarle a nadie! Puedes quedarte en un lugar por más tiempo porque te gusto o irte antes.

El primero que hice lejos y largo por mi propia cuenta me llevó casi medio año de preparación. Eran 21 días en Cuba. Me empape de los lugares, de los hospedajes, de las actividades, los medios de transporte, de la historia. Por momentos parecía que había leído más sobre historia de aquella isla que de mi propio país. Después agradecí mucho todo eso por dos razones principalmente. Una porque cuando vas a un lugar y la gente se da cuenta de que te preocupaste por conocer su historia y su país todo es más fácil. Las conversaciones son más ricas y largas y creo que es la manera más honrada de ganarse el respeto de los locales. La otra es porque, con todo ese conocimiento que adquieres te capacita para amueblar los lugares que recorres. La cultura sirve para eso, pudiendo pasear virtualmente por épocas o momentos pasados.

Todo esto te permite conocer de verdad como es un país o región, cuando conoces a su gente y te sientes tranquilamente a hablar con ellos o a compartir unas cervezas sin que lo hagan porque tu pagas, sino porque realmente estan comodos y les apetece. Eso se nota y marca la diferencia. Para mi una de las mejores cosas es eso, las conversaciones con gente que lleva vidas distintas, que mira el mundo de otra manera y que su realidad tiene poco que ver con la mía. Para eso no hace falta irse muy lejos la verdad. Hace falta acercarse a la gente, ya sea local o viajeros como tú, con la suficiente humildad y respeto.

Conocer la historia del país es genial, pero algo que te ayudará también mucho si no compartes lengua es aprender al menos algunas palabras. Que vean que te esfuerzas, con eso es suficiente. Aunque hagas el ridículo o te cueste entenderlo pero veras que finalmente te acabas apañando pese a las diferencias culturales y además es muy divertido hablar en un idioma que no controlas del todo o que sabes cuatro palabras. ¿Te imaginas enamorarte en otro idioma?

Otra cosa increíble es como uno aprovecha el tiempo a su antojo. En un día intenso viajando por ahí, te pasan tantas cosas como en dos semanas de la vida cotidiana. ¡El tiempo es tan relativo! Da igual la hora que sea, puedes irte, venir, comer, relajarte, leer, bailar… lo que quieras, en el sitio que quieras y en el momento que te salga de las narices. Darse eso a uno mismo viajando solo, es un placer enorme y es también aprender y apreciar el quererse. Recuerdo vuelos internos u otros tipos de transporte donde aprovechaba para dormir, porque no encontraba hueco en otros momentos. La sensación de ser un nómada es muy divertida. De repente estás tomando cerveza por la noche con tus amigos de hostel y sabes que en un rato cogeras un vuelo sin ir a dormir para amanecer en otra ciudad.

Olvidar el móvil por unos días es genial. O al menos mientras que no estés en un hotel conectado a una red Wi-Fi. Eso te servirá para conectar más con el lugar  y la gente que visitas. Cualquier sitio o situación es buena para hacer nuevas amistades. Estamos atontados con el teléfono, yo el primero. ¿Ratos muertos o de relax? Qué mejor que la guia del lugar, un libro o escuchar música. El móvil nos roba vida, y en un viaje es intolerable que nos robe demasiada.

Son dos viajes. Digamos que se hacen dos viajes, uno por el destino que visitas y el otro por uno mismo. Un viaje interior, que no es menos importante que el primero. Ese es el viaje que te cambia. Se gana en perspectiva, debido a la distancia y te ayuda a relativizar todo. Ese ahí donde tu solo, al ponerte a caminar fuera de tu zona de control o confort aumentas tu autoconocimiento y tus útiles vitales. Donde sanamente enfrentas tus fantasmas y abrazas a tus bondades y virtudes y las desarrollas un poquito más cada vez. Ganas en confianza para el próximo viaje o reto y descubres herramientas que ni sospechabas tener, pero te hicieron falta en algún momento y como estabas solo, las tuviste que poner en práctica por necesidad vital. La necesidad es la antesala del cambio.

En este segundo viaje, hay algo que es especialmente hermoso y te llena, o al menos a mi. Conocer cierto tipo de gente con la que compartes unos días o experiencias y se crea un vínculo especial. No siempre sucede, pero cuando ocurre, es pura magia. Viajando todo se vive más intensamente y solo, aún más. Es muy instructivo ver cómo se lo montan algunos sin tener mucho dinero. Personas que están meses de pais en pais. ¡Qúe vidas más increíbles lleva la gente! Poder beber de las hazañas de todos estos viajeros es un auténtico privilegio que por nada hay que perderse. Así entendí que hay tantas maneras de vivir, ¡Que me gustaría poder vivirlas todas!. De repente te das cuenta que tu círculo de amigos a aumentado y que ahora los tienes dispersos por el globo entero. Y que igual te deben una visita a su ciudad, o tu les debes una visita en la tuya. Entonces entras en ese círculo tan bonito, donde no hay destino, sino camino. Por que lo importante, en el viaje y en la vida, es el camino, todo cuanto te encuentras, proyectas y desarrollas en el.

Por todo esto y mil cosas más viajo solo, y sobre todo le recomiendo a todo el mundo que lo haga, al menos una vez en la vida. Invertir en viajar es lo que te hará sentir realmente rico y vivo. Nos ayuda a conocernos y hacernos, a madurar, a disfrutar de nosotros y de los demás con mayor equilibrio. Un paseo, un buen vino, un buen libro, un abrazo, una puesta de sol, una buena conversación, exprimir cada noche y cada día, hablar con desconocidos, comer cosas que no conocías, tomar caminos distintos, perderte y encontrarte, bailar, hablar en otras lenguas o hacer el ridículo y reirte de ti mismo, un reencuentro o una despedida… por estas cosas la vida tiene mucho más sentido. Sentir en todo tu ser la libertad de elegir, de ser el protagonista de tu camino no tiene precio. El mundo se hace más pequeño. La libertad de atreverte a pensar tu vida y como quieres llevarla inspirado en las mil vidas distintas que descubres. Agarrar eso es casi tocar la plenitud. Es tocar la gloria. Perder certezas y ganar en seguridad. Una vez que lo sientas, no podrás parar. Todo esto y mucho más, es viajar solo para mí. ¿Y para ti, o aún no lo sabes?

 
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Publicado por en 18 marzo, 2019 en Viaje, Vivencias

 

No hay mejor espejo que el amigo viejo

Se asomó de nuevo para mirar el tumulto de gente que se agolpaba frente al control de seguridad. Esta vez le vio, con su abrigo rojo. Se notaba nerviosa, más de tres meses sin verse no era poco tiempo. Los latidos se aceleraban. Volvió a asomarse y sus miradas se cruzaron por primera vez. Aún había bastante gente por delante de él y aquella espera se estaba haciendo eterna. Quería tenerlo cerca de ella ya. No podía esperar más, pero el tiempo avanzaba despacio. Decidió caminar unos metros por la terminal y volver al a puerta de salida para rebajar su acelerado corazón. Lo repitió tres veces. Volvió a asomarse y ahí estaba, a punto de salir. Un par de minutos más tarde se estaban abrazando fuerte mientras sonreían. Aquello la trasportó a sus mil recuerdos juntos. Aquel abrazo, aquel olor, la llevaban directa al centro de su ser. Al terminar el largo abrazo se miraron y ella le confesó exactamente lo que le acababa de venir a la cabeza. «Tengo la sensación increíble de que no ha pasado ni un minuto desde que nos vimos por última vez. Como si no nos hubiéramos separado, siempre estas en mi porque eres una parte de mi».

 
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Publicado por en 9 marzo, 2019 en Narrativo, Vivencias